Nuestros agotados pies nos avisaron de que llegaba la hora de un
merecido descanso y nuestros estómagos de que debíamos
reunirnos con Lucía y Jerónimo para almorzar. Volvimos a las autos
y quedamos para regresar a la Plaza por la tarde. Aconsejo que
toméis un zumo de naranja de cualquiera de los puestos que hay
en la Plaza durante todo el día porque sólo cuestan 30 céntimos y
están realmente ricos, sobre todo si pedís que os pongan unas
gotitas de Azahar (gracias, Lucía, por compartir este secretillo con
nosotros); también me gustó especialmente el m’seme (misimmi),
una tortita que se rellena con miel o azúcar y que está muy buena.
Durante el descanso, conocimos a nuestros vecinos del parking,
viajeros franceses que llevaban tres meses con sus autos
recorriendo Marruecos y Argelia. Compartimos una animada charla
y pestiños de nuestra compañera Paqui, que ella misma había
hecho (aprovechando todos los momentos para dar publicidad de
nuestra tierra) contando anécdotas y curiosidades.
Volvimos a la Medina para ver el zoco de los tintoreros y tomar un
té en la terraza de la cafetería, deseando culminar el día con la
vista nocturna de la plaza. Aunque llegamos un poco tarde al zoco
de los tintoreros, pudimos ver las lanas de colores colgando para su
secado y cómo la trabajaban gracias a la amabilidad de un señor al
que preguntamos. Nos llevó a ver la maquinaria y nos hizo una
interesante y amena demostración de “la magia de los colores”:
cómo un color se transforma de tonalidad al dibujar o tintar con él
papel o lana. El anochecer en la terraza de la cafetería fue, sin
duda, un momento mágico. La plaza, a nuestros pies, tenía más
vida que nunca y un encanto que no pasaba desapercibido por
ninguno de nosotros. Fue un día completo.
Viernes, 25 de marzo
Nuestra intención es hacer una breve parada en Casablanca
para visitar la Mezquita de Hassan II y, de camino, comprar
anchoas en el mercado (baratísimas y de una calidad excelente).
Aparcamos las autos frente a la Mezquita y realmente la vista de la
misma nos deja boquiabiertos por su grandiosidad y opulencia.
Después de haber visto tanta pobreza es una imagen que nos
transmite sentimientos contradictorios pero sin poder dejar de
admirar su extraordinaria belleza. Paseamos para mirarla con
detalle y observamos que el mosaico artesanal de su alminar es
realmente hermoso, cortado a mano y colocado formando
complicados dibujos geométricos.