La Rochelle, Rue des Palais. Foto © Ana
Nos refrescamos un poco y decidimos irnos a visitar el pueblo esta vez
andando, La Rochelle nos da la impresión de una ciudad sin vida, son las ocho
de la tarde y no hay casi nadie por las calles, por cierto la Rue des Palais es
preciosa, toda con soportales y arcadas a ambos lados, seguimos por ella y
un poco antes de llegar al Viejo Puerto nos empezamos a encontrar con
muchas personas paseando y cuando llegamos a la plaza nos damos cuenta
de porque estaba vacío el resto de la ciudad.
Hay un ambiente de fiesta, músicos callejeros, mimos, magos y un sin
fin de artistas sin futuro cierto, intentando sobrevivir de la buena voluntad
del turista.
Infinidad de restaurantes ofreciendo en su cartas los famosos “mules et
frites” y las ostras. Para mi ninguna de las dos son apetecibles, pero si algo
no voy a comer eso son ostras, que me perdonen los buenos comensales, pero
me niego a comer una cosa que rechazo solo con verla.