A la entrada del puerto hay dos torres preciosas, los alrededores son
agradables y el ambiente “subido de tono, como cual cualquier pueblo de la
costa Valenciana”, decidimos cenar en un restaurante y algo sorprendente,
nos animamos a comer “
mules et frites”
pues Ana se había quedado con
ganas las dos veces anteriores que habíamos venido a Francia, eran las
23:00 horas y estábamos todavía en la terraza del restaurante y no
precisamente solos, incomprensible en este país donde a las 8 de la noche
están cerradas todas las tienda y comercios.
La Rochelle nos ha dejado buen sabor de boca en todos los aspectos,
nos marchamos para la ac a descansar, el día ya ha dado bastante de sí,
mañana ponemos rumbo a uno de los destinos que más ganas teníamos de
ver, Oradour Sur Glane, la ciudad mártir.
La Rochelle, Puerto Viejo una de las torres a la entrada Foto © Ana
Peajes
Biarritz
2,50 €
Capbreton
5,00 €
Tonnay Charente
19,00 €