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veranean los privilegiados de Tallin, una calle larga con unas casas
de madera que conocerían tiempos mejores que albergan el
comercio local, zapatería, tiendas de modas, perfumería y una
tienda de ropa de segunda mano, son como casitas que parece que
al abrir la puerta te vas a colar en un domicilio privado, bastante
cutres, pero los propietarios se ve que hacen lo que pueden.
Nos dirigimos a ver el castillo, una especie de Kremlin que
están restaurando, y lo peor y más curioso es que los obreros no
tendrán más de 12 o 14 años.
Llegamos a Tallin y detrás de varias ACS de finlandeses
llegamos al camping Ciudad de Tallin, una gran explanada de
hormigón con un habitáculo donde te tienes que registrar, dentro
la cosa varía. Hay sauna finlandesa, duchas estupendas, pero fuera
has de sacar tu manguera para cargar agua y los casetes se tiran
en una especie de bidón que huele a demonios, las grises
ventíleselas Vd. como pueda, hay un cartel firmado por un
campista español que me parece de los mas cínico, dice “el mejor
camping que ha estado en Europa” el muchacho no ha debido viajar
mucho, vale 300 coronas diarias, el campista español aparte de
cegato tenía que haberle tocado la primitiva.
Cogemos el autobús para desplazarnos al Centro frente al
camping, que si no hubiera sido por seguir a los finlandeses adivina
que allí había un camping, ni una sola indicación, un viento terrible
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