MarcosR
timid@
¿Nos animamos a hacer una lista de camping con bidé o qué? No hay derecho que hasta los mejores campings carezcan de un servicio de primera necesidad.
¿Qué quién necesita un bidé? Yo, por ejemplo. Si, lo confieso: tengo almorranas. Lo digo con esta palabra, “almorranas”, porque ya probé a nombrarlas con otra más fina, hemorroides, y aunque es verdad que suena mejor me siguen molestando igual.
Solo he encontrado en mi vida un camping que tenía bidé. Era un cuarto de baño tradicional, creo que hasta tenía bañera. Pero no me acuerdo donde era.
Un día en Tarragona cuando ya estaba harto de no poder lavarme adecuadamente después de cada deposición me compré una especie de palangana que tiene la forma de un casco de soldado. Es como media esfera, le echo un poco de agua y se adapta perfectamente en la taza de mi caravana. Es como si tuvieras un bidé dentro del retrete y en el hago estas abluciones tan necesarias. Os lo recomiendo. Lo compré en una tienda de caravanas en Creixell pero supongo que no será difícil de encontrar.
El verano pasado nos fuimos Pilara y yo a la Costa Azul pensando que los camping franceses serían el paraíso ¿No fue Monsieur Bidé el que lo inventó? ¿O es una bobada que decían en una canción de “La trinca”.?
Los campistas franceses tampoco deben padecer este mal porque no encontré ni un solo bidé por toda la Costa Azul. Lo que si encontré fue wateres sin taza, esos que solo tienen un agujero en el suelo y dos plataformas para colocar los pies y acertar en medio. Ya casi no se ven en España… ¿verdad? Pues yo ví unos en Francia.
Por cierto, hablando de la Costa Azul... ¡Qué bien y qué barato se come allí. Si, si, lo que os cuento. Muy bien y muy barato. Muy rica la leche y las galletas de Carrefour, muy rica la fabada Litoral de bote que calentamos en el microondas, muy rico el plato de revuelto de ajetes (abrir y comer) que Pilar me dejó para mí solo. Fría y buena también la cerveza que con calamares en su tinta (lata de 78 gramos) tomaba de aperitivo cuando podía. Todo llevado a Francia en la caravana desde España. Delicioso y muy bien servido.
En fin, volviendo a las almorroides (al final he encontrado en esta palabra una sabia síntesis entre lo popular y lo culto) os diré que estaba tan cansado de esconder mi mal que un día en la sala de profesores del instituto (soy profesor) pinché una nota que decía: “Estoy hasta el culo de sufrir las almorranas en silencio”.
Y la firmé con mi nombre en letras grandes.
Que ya estoy muy harto, caramba.
¿Qué quién necesita un bidé? Yo, por ejemplo. Si, lo confieso: tengo almorranas. Lo digo con esta palabra, “almorranas”, porque ya probé a nombrarlas con otra más fina, hemorroides, y aunque es verdad que suena mejor me siguen molestando igual.
Solo he encontrado en mi vida un camping que tenía bidé. Era un cuarto de baño tradicional, creo que hasta tenía bañera. Pero no me acuerdo donde era.
Un día en Tarragona cuando ya estaba harto de no poder lavarme adecuadamente después de cada deposición me compré una especie de palangana que tiene la forma de un casco de soldado. Es como media esfera, le echo un poco de agua y se adapta perfectamente en la taza de mi caravana. Es como si tuvieras un bidé dentro del retrete y en el hago estas abluciones tan necesarias. Os lo recomiendo. Lo compré en una tienda de caravanas en Creixell pero supongo que no será difícil de encontrar.
El verano pasado nos fuimos Pilara y yo a la Costa Azul pensando que los camping franceses serían el paraíso ¿No fue Monsieur Bidé el que lo inventó? ¿O es una bobada que decían en una canción de “La trinca”.?
Los campistas franceses tampoco deben padecer este mal porque no encontré ni un solo bidé por toda la Costa Azul. Lo que si encontré fue wateres sin taza, esos que solo tienen un agujero en el suelo y dos plataformas para colocar los pies y acertar en medio. Ya casi no se ven en España… ¿verdad? Pues yo ví unos en Francia.
Por cierto, hablando de la Costa Azul... ¡Qué bien y qué barato se come allí. Si, si, lo que os cuento. Muy bien y muy barato. Muy rica la leche y las galletas de Carrefour, muy rica la fabada Litoral de bote que calentamos en el microondas, muy rico el plato de revuelto de ajetes (abrir y comer) que Pilar me dejó para mí solo. Fría y buena también la cerveza que con calamares en su tinta (lata de 78 gramos) tomaba de aperitivo cuando podía. Todo llevado a Francia en la caravana desde España. Delicioso y muy bien servido.
En fin, volviendo a las almorroides (al final he encontrado en esta palabra una sabia síntesis entre lo popular y lo culto) os diré que estaba tan cansado de esconder mi mal que un día en la sala de profesores del instituto (soy profesor) pinché una nota que decía: “Estoy hasta el culo de sufrir las almorranas en silencio”.
Y la firmé con mi nombre en letras grandes.
Que ya estoy muy harto, caramba.