Viaje por Alsacia y ruta romantica

140 El centro histórico de Füssen está lleno de edificios del siglo XVI con sus fachadas maravillosamente decoradas con pinturas llamativas. Pasear por sus calles es como visitar una pinacoteca al aire libre. En las fotografías que ilustran esta parte del relato podéis comprobar lo que decimos. Un ejemplo de lo que os comentamos es el patio interior del Hohes Schloss (el Palacio de Füssen y antigua residencia de los Príncipes Obispos de Augsburg) ya que tanto los miradores como las ventanas están pintados en la pared, dando una sensación tridimensional cuando en realidad son trampantojos magistralmente pintados. Pasear por esta ciudad alemana de calles adoquinadas es tener la sensación de que en cualquier momento nos va a salir de un portal un músico tocando un violín y nos va a deleitar con una suave y enamoradiza melodía, no en vano aquí siempre ha habido maestros artesanos que los han construido de forma magistral y han sido santo y seña en toda la Europa musical. La fuente Lautenmacherbrunnen al final de la Brunnengasse nos recuerda a uno de ellos, el maestro Kaspar Tiefenbrucker. (Füssen. La estatua del maestro Kaspar Tiefenbrucker preside la Lautenmacherbrunnen) Más plazas y más edificios históricos nos conducen de nuevo a la Reichenstrasse. La tarde empieza a caer y la luz tenue de las farolas de las calles nos recuerda que ya va siendo hora de acabar la festiva jornada. No nos podemos ir de aquí sin probar las apetitosas salchichas a la parrilla con curry (aquí la llaman currywurst) que están asando en uno de los “chiringuitos” de esta abarrotada calle. Pedimos que nos las corten en trocitos y, aderezadas con ketchup, salsa de tomate y curry en polvo, todo ello acompañado por un panecillo y servidas en un cartoncito blanco con un tenedor de plástico, son el alimento perfecto para matar el hambre mientras paseamos rodeados de alemanes deseosos de beber cerveza como si la fueran a prohibir. El curioso personaje de rubios y grandes bigotes y pantalón corto de guarda bosques, sigue a lo suyo. Jarra tras jarra, los insaciables alemanes acaban un barril tras otro. Mientras, allí subido en el escenario,

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