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A 24 kms. de Trondheim pagamos 10 coronas. Paramos para vaciar y llenar
antes de entrar en la ciudad siguiendo una indicación de área para autocaravanas. Ya, en
la entrada de la ciudad, volvemos a pagar 25 coronas. Aparcamos en una calle del barrio
Bakklandet, rodeados de bonitas casas bajas con colores llamativos. Nos acompaña un
espléndido día así que no tardamos ni diez minutos en prepararnos para salir a pasear la
ciudad. Estamos justo en el centro, en el Midtbyen, y la calle que atravesamos es
peatonal. A ambos lados hay comercios de ropa y cafeterías con muchísimo encanto,
cuidados hasta en el más mínimo detalle. Las fachadas rivalizan en belleza con sus
colores y sus flores. Cruzamos el famoso Puente Rojo que tantas veces había visto en
fotos y de nuevo me siento dichosa por estar aquí y disfrutar con tan buen tiempo de
este paseo. Desde el puente la imagen que se obtiene de los almacenes que flanquean el
río Nidelva es preciosa. Llegamos a la impresionante Catedral de Nídaros de estilo
gótico y la admiramos detenidamente; de allí pasamos a ver el Palacio Arzobispal y
subimos por el puente que cruza a la otra orilla de la ciudad, llena de modernos
comercios y no tan acogedora. Nos entretenemos con las niñas en un jardín con mucho
césped y una pendiente pronunciada que ellas utilizan de tobogán improvisado. Como
habíamos leído que el único lugar donde podíamos comer “sin tener que fregar platos
para pagar la cuenta” era el Peppe Pizza nos encaminamos a probar suerte.
Sinceramente, para una urgencia, anda que anda porque las pizzas estaban buenas (un
poco picantes) pero ir por ir pues como que no, la verdad; juzgad vosotros mismos: una
pizza familiar y tres coca-colas de barril, 300 coronas. A las niñas las llevamos al Mc
Donalds que vimos en la Plaza del Mercado donde estaban preparando los puestos para
el día siguiente, ya que las pizzas no les han gustado. Allí nos encontramos con dos
parejas españolas de recién casados e intercambiamos impresiones sobre el viaje que
ellos están haciendo con una Agencia -no diré cuál pero no estaban muy contentos-. A
la una de la madrugada cruzábamos de regreso el Puente Rojo y las únicas voces que
oíamos son las nuestras.
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