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área como muy tarde. Salimos arreglados de sábado, duchados y todos guapos, de
manga corta, directos al mercado de pescado, aunque para llegar damos un rodeo por la
zona alta de la ciudad, subiendo a un prado verde desde donde las vistas son
espléndidas. La ciudad aún está más animada que ayer y hay muchísima gente en el
mercado. El sol brilla de nuevo, aunque anoche lloviznó un poco, y el día no podía ser
más caluroso. Disfrutamos de lo lindo en los puestos de pescado hablando con los
jóvenes españoles que nos cuentan sus experiencias trabajando aquí. Probamos la carne
de ballena -de color negro- y compramos las famosas gambas. Continuamos hasta la
Catedral, perdiéndonos en el buen ambiente de la calle peatonal que preside donde se
dan cita músicos, mimos y cuentacuentos. En la Catedral se celebra una boda y los
invitados, para nuestra sorpresa, llevan el traje típico de Noruega, el bunad. Nos
quedamos un rato mirándoles con disimulo pero con interés, admirando las bonitas
faldas, camisas y complementos.
Bajamos de nuevo la empinada calle que conduce a la Catedral y nos perdemos
por las calles, descubriendo iglesias, bellos rincones, jardines, fuentes, etc. hasta llegar a
los almacenes del puerto. Muchos de ellos están restaurándose pero parecen casitas de
mentira y a las niñas les resultan llamativos; a nosotros también. Sin querer despedirnos
de la ciudad, vamos desandando el camino y llegamos a la Residencia
Rosenkrantztarnet. Son las 14 horas y ya llegamos tarde al área pero bueno, vamos con
la mejor de nuestras sonrisas. Al final, salimos de ella a las 14,45 h. pero no nos cobran
el retraso. Paramos a comer en la primera área que encontramos, nada más salir de
Bergen, con vistas al fiordo y allí están también nuestros amigos catalanes.
Cogemos sendas mesas y damos buena cuenta de las gambas y de un buen rato
de charla y siesta. Sobre las 18 horas, nos ponemos en carretera. Tomamos para Oslo la
ruta de Borgund, la E16 y nuestros amigos continúan hacia el Prekestolen que para
nosotros es imposible ya que nuestra hija Sara es aun muy pequeña. Estamos
acompañados permanentemente por el fiordo de Oslo y el día sigue igual de bueno.
Paramos a echar gasolina en Voss, una población muy animada y juvenil. Muchísima
gente de acá para allá y en tiendas de campaña junto al mar, muchos turistas. La iglesia
es muy bonita.
De sopetón, nos encontramos con la Tvindefossen, una cascada preciosa a pie de
carretera que llama la atención por su altura, además de su caudal y su caída escalonada.
Después de Vinge, pasamos el túnel más largo hasta ahora, 11 kilómetros. En lo que
llevamos de carretera, en ella los túneles siguen siendo una constante. Pero ¿qué son
once kilómetros cuando acabamos de pasar el Laerdalstunnelen, de 24,5 kilómetros de
largo? ¡Una pasada! Menos mal que es gratuito porque si cobrasen no sé cuánto
deberíamos pagar!
Paramos a ver la Iglesia de Borgund. Aunque está cerrada la fotografío por
fuera. Es muy bonita y su entorno también. Está muy ornamentada con cabezas de
dragones y talles. Me hubiera gustado ver su interior pero otra vez será -estoy
coleccionando excusas para volver ¿lo notáis?-
Seguimos nuestro camino y de repente, dos alces enormes se cruzan en la
carretera! Nos quedamos tan alucinados que no me da tiempo de reaccionar y les hago
una mala foto en la que se les distingue a duras penas.
Pasamos por Oyeos, un bonito pueblo con cascada, precioso emplazamiento
entre mar y montaña e incluso una pequeña iglesia de madera.
Paramos a pasar la noche en una zona de descanso junto a un lago, el sitio ideal.
Estamos solos y no se ve ni una casa; ni siquiera pasan coches por la carretera. Son las
23,15 h. y aún escribo con luz natural. Desde mi ventana tengo una vista preciosa que
no me canso de “exhalar”. Siento nostalgia de estas montañas, de este mar bravío a
1...,45,46,47,48,49,50,51,52,53,54 56,57,58,59
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