JotaCe
hablador
Buenas. Este año las vacaciones han sido cortas, muy cortas... cosas de los trabajos... pero podrían haber sido mucho más cortas aún, pues estuvieron a punto de irse a pique el primer día. Os cuento:
Primer día de viaje, Madrid-Biescas. Al camping Gavín. Todo bien. Llegamos, nos instalamos, todo perfecto. Un día fabuloso: sol radiante, ni una nube, y calor, bastante calor, mucho más del que esperábamos por allí. Serían... no sé, sobre las 6 de la tarde, cuando ya totalmente instalados decidimos coger el coche para bajar a Sabiñánigo a hacer la compra gorda en el Mercadona de allí. Total, sólo eran 18 km y es más fácil comprar en un sitio conocido que explorar en pequeños supermercados de pueblo, así que para lo gordo decidimos ir allí. Cerramos la caravana, pero como hacía calor, dejamos las claraboyas abiertas (todas), para que se mantuviese fresquita...
En fin, llegamos, compramos todo lo necesario, y decidimos ir al centro (el Mercadona está en las afueras) a buscar alguna charcutería donde comprar longaniza de Graus con la que hacer una primera barbacoa de arranque de las vacaciones. Aparcamos en la calle principal, donde nos habían dicho que había una tiendecilla especializada en embutidos de Graus. Por cierto, todo a muy buen precio, si a alguno le pilla por allí
Ya al bajarnos del coche vemos que se ha nublado un poco y empieza a soplar bastante viento. Jo, qué cambio en unos minutos. Ya se sabe que el Pirineo tienes estas cosas, pero... en fin...
Compramos en la tienda y cuando salimos de vuelta al coche el vientecillo se ha transformado en vendaval. Buscamos la salida del pueblo y la carretera por la que nos manda el navegador está cortada por la policía: un árbol ha caído en medio de la carretera, arrancado por el viento. Empezamos a preocuparnos por la caravana y sus claraboyas abiertas, mientras vemos cómo todos los árboles de los alrededores se zarandean de un lado para otro...
Nos hacen dar la vuelta y buscar otra salida. Yo por entonces ya los tengo de corbata, sólo veo claraboyas arrancadas de cuajo en mi mente. No digo nada, pero mi mujer está igual, y ella sí lo dice.
Los 18 km de vuelta se nos hacen eternos. Sólo vemos viento, árboles zarandeados, la carretera llena de hojas y ramas arrancadas... Llegando a Biescas, otros policías intentando mover otro árbol caído en medio de la carretera, esta vez en el carril contrario, por lo que podemos continuar... La caravana, la caravana... no pensamos otra cosa, sólo queremos llegar... las claraboyas no van a estar... no puede ser, es nuestro primer día, las vacaciones van a terminar hoy, no podemos estar sin claraboyas, especialmente por allí, con las tormentas que se montan en cuanto te descuidas... ¿Y si encima se pone a llover ahora? ¿Cómo pasaremos la noche? Con ese viento ni siquiera podremos poner un plástico pegado de forma provisional...
Los minutos se hacen horas, y sólo vemos más viento, ramas y hojas llenando la carretera...
Por fin llegamos al camping. Ya ni hablamos, tememos lo que nos vamos a encontrar, sólo queremos llegar y ver qué ha pasado...
¡No! ¡No es posible! ¡Vemos las claraboyas abiertas sobre la caravana! ¡No se han arrancado! Aparco y empiezo a temblar. En serio, me tiemblan las manos...
Entramos en la caravana, las probamos... ¡si abren y cierran! ¡Parecen intactas!
Creo que pocas veces he tenido tanta tensión acumulada. Me noto temblando durante bastante rato...
¿Qué ha pasado aquí? ¿No ha soplado tanto viento en el camping? ¿Nos han protegido los árboles? Ni idea. Las mosquiteras de las claraboyas, que estaban puestas, están a tope de ramitas y hojas, así que viento ha habido. ¿Tanto como abajo? Ni idea, pero sacamos una conclusión clara: NUNCA MÁS DEJAREMOS LAS CLARABOYAS ABIERTAS CUANDO VAYAMOS A SALIR DEL CAMPING. Aunque sea para un ratillo...
En fin, la cosa salió bien, pero durante una media hora interminable pensamos que nuestras vacaciones podrían haber terminado antes de la primera noche, y sin siquiera saber cómo íbamos a poder pasar esa noche. Por cierto... poco después diluviaba... pero ya teníamos nuestras queridas claraboyas cerradas a cal y canto
Primer día de viaje, Madrid-Biescas. Al camping Gavín. Todo bien. Llegamos, nos instalamos, todo perfecto. Un día fabuloso: sol radiante, ni una nube, y calor, bastante calor, mucho más del que esperábamos por allí. Serían... no sé, sobre las 6 de la tarde, cuando ya totalmente instalados decidimos coger el coche para bajar a Sabiñánigo a hacer la compra gorda en el Mercadona de allí. Total, sólo eran 18 km y es más fácil comprar en un sitio conocido que explorar en pequeños supermercados de pueblo, así que para lo gordo decidimos ir allí. Cerramos la caravana, pero como hacía calor, dejamos las claraboyas abiertas (todas), para que se mantuviese fresquita...
En fin, llegamos, compramos todo lo necesario, y decidimos ir al centro (el Mercadona está en las afueras) a buscar alguna charcutería donde comprar longaniza de Graus con la que hacer una primera barbacoa de arranque de las vacaciones. Aparcamos en la calle principal, donde nos habían dicho que había una tiendecilla especializada en embutidos de Graus. Por cierto, todo a muy buen precio, si a alguno le pilla por allí
Ya al bajarnos del coche vemos que se ha nublado un poco y empieza a soplar bastante viento. Jo, qué cambio en unos minutos. Ya se sabe que el Pirineo tienes estas cosas, pero... en fin...
Compramos en la tienda y cuando salimos de vuelta al coche el vientecillo se ha transformado en vendaval. Buscamos la salida del pueblo y la carretera por la que nos manda el navegador está cortada por la policía: un árbol ha caído en medio de la carretera, arrancado por el viento. Empezamos a preocuparnos por la caravana y sus claraboyas abiertas, mientras vemos cómo todos los árboles de los alrededores se zarandean de un lado para otro...
Nos hacen dar la vuelta y buscar otra salida. Yo por entonces ya los tengo de corbata, sólo veo claraboyas arrancadas de cuajo en mi mente. No digo nada, pero mi mujer está igual, y ella sí lo dice.
Los 18 km de vuelta se nos hacen eternos. Sólo vemos viento, árboles zarandeados, la carretera llena de hojas y ramas arrancadas... Llegando a Biescas, otros policías intentando mover otro árbol caído en medio de la carretera, esta vez en el carril contrario, por lo que podemos continuar... La caravana, la caravana... no pensamos otra cosa, sólo queremos llegar... las claraboyas no van a estar... no puede ser, es nuestro primer día, las vacaciones van a terminar hoy, no podemos estar sin claraboyas, especialmente por allí, con las tormentas que se montan en cuanto te descuidas... ¿Y si encima se pone a llover ahora? ¿Cómo pasaremos la noche? Con ese viento ni siquiera podremos poner un plástico pegado de forma provisional...
Los minutos se hacen horas, y sólo vemos más viento, ramas y hojas llenando la carretera...
Por fin llegamos al camping. Ya ni hablamos, tememos lo que nos vamos a encontrar, sólo queremos llegar y ver qué ha pasado...
¡No! ¡No es posible! ¡Vemos las claraboyas abiertas sobre la caravana! ¡No se han arrancado! Aparco y empiezo a temblar. En serio, me tiemblan las manos...
Entramos en la caravana, las probamos... ¡si abren y cierran! ¡Parecen intactas!
Creo que pocas veces he tenido tanta tensión acumulada. Me noto temblando durante bastante rato...
¿Qué ha pasado aquí? ¿No ha soplado tanto viento en el camping? ¿Nos han protegido los árboles? Ni idea. Las mosquiteras de las claraboyas, que estaban puestas, están a tope de ramitas y hojas, así que viento ha habido. ¿Tanto como abajo? Ni idea, pero sacamos una conclusión clara: NUNCA MÁS DEJAREMOS LAS CLARABOYAS ABIERTAS CUANDO VAYAMOS A SALIR DEL CAMPING. Aunque sea para un ratillo...
En fin, la cosa salió bien, pero durante una media hora interminable pensamos que nuestras vacaciones podrían haber terminado antes de la primera noche, y sin siquiera saber cómo íbamos a poder pasar esa noche. Por cierto... poco después diluviaba... pero ya teníamos nuestras queridas claraboyas cerradas a cal y canto