BASTA YA
Una casa en el campo es casi tan horrible como una tienda de campaña en el bosque. Cierto que tienes una intimidad total y que puedes poner el estéreo a toda castaña y hacer orgías que duren varios días. El problema es que no tienes con quién hacerlas. Acabarás jugando desnudo con el gato y escuchando viejos temas de Mocedades hasta que te mueras.
Es mucho mejor vivir en la ciudad, sobre todo si no te importa lo que dicen los periódicos sobre esas terribles enfermedades de transmisión sexual que se te pegan en cuanto te bajas los calzoncillos.
El mayor inconveniente de las ciudades es que hay demasiados empleos de trabajo fijos, y a lo mejor caes en la tentación de aceptar uno. Un trabajo fijo es tan perjudicial para la vida del casado como tener una mujer fija. Algunos trabajos son incluso peores que una esposa. Ni la esposa más caprichosa del mundo se desharía de ti por pasarte cincuenta horas a la semana trabajando.
Lo mejor son las zonas residenciales de las afueras. Antes eran muy tranquilas y los vecinos se enteraban de todo lo que hacías. Pero eso eran antes del divorcio y de haber legalizado que ellos nos ingresen por demencia senil. Ahora están llenas de esposas solitarias y de hijas descontroladas. Casi todo el mundo tiene su colchon de agua. Además, la policia hace la vista gorda con los vecinos y ahí pasa de todo (incluso eso que estais pensando). Estos barrios reunen todos los pecados y casi todas las ventajas de las ciudades grandes y además hay donde aparcar, y los atracadores no son más que semiprofesionales.
Resumiendo, que el hogar ideal del casado es una casa en las afueras. Dicho así, parece un poco deprimente. ¡¡Y ES QUE ES DEPRIMENTE!!. Pero la vida misma es deprimente desde que fuiste tan tonto de aceptar novia fija.
Por la vida, Ilis
Una casa en el campo es casi tan horrible como una tienda de campaña en el bosque. Cierto que tienes una intimidad total y que puedes poner el estéreo a toda castaña y hacer orgías que duren varios días. El problema es que no tienes con quién hacerlas. Acabarás jugando desnudo con el gato y escuchando viejos temas de Mocedades hasta que te mueras.
Es mucho mejor vivir en la ciudad, sobre todo si no te importa lo que dicen los periódicos sobre esas terribles enfermedades de transmisión sexual que se te pegan en cuanto te bajas los calzoncillos.
El mayor inconveniente de las ciudades es que hay demasiados empleos de trabajo fijos, y a lo mejor caes en la tentación de aceptar uno. Un trabajo fijo es tan perjudicial para la vida del casado como tener una mujer fija. Algunos trabajos son incluso peores que una esposa. Ni la esposa más caprichosa del mundo se desharía de ti por pasarte cincuenta horas a la semana trabajando.
Lo mejor son las zonas residenciales de las afueras. Antes eran muy tranquilas y los vecinos se enteraban de todo lo que hacías. Pero eso eran antes del divorcio y de haber legalizado que ellos nos ingresen por demencia senil. Ahora están llenas de esposas solitarias y de hijas descontroladas. Casi todo el mundo tiene su colchon de agua. Además, la policia hace la vista gorda con los vecinos y ahí pasa de todo (incluso eso que estais pensando). Estos barrios reunen todos los pecados y casi todas las ventajas de las ciudades grandes y además hay donde aparcar, y los atracadores no son más que semiprofesionales.
Resumiendo, que el hogar ideal del casado es una casa en las afueras. Dicho así, parece un poco deprimente. ¡¡Y ES QUE ES DEPRIMENTE!!. Pero la vida misma es deprimente desde que fuiste tan tonto de aceptar novia fija.
Por la vida, Ilis