Cocodrilo feliz
hablador
Pues que estaba yo tomándome un cafelito y leyendo el “AS”, en la cafetería de todos los días en el centro de la ciudad (una ciudad bastante tranquila), cuando oímos un cierto barullo, en la acera, delante. Salimos, curiosos, y un pobre hombre maldecía en arameo, mirando hacia los balcones del edificio, al tiempo que trataba de limpiarse de algo que, presuntamente, le había caído, más o menos, a la altura del pescuezo. Una pareja de presuntos peatones, le trataban de limpiar con unos periódicos que, presuntamente, también, sacrificaban como no menos presuntos samaritanos para paliar la patética imagen del receptor de aquel inesperado “algo”. En resumen: al pobre señor le había caído una cantidad indeterminada, pero abundante, de mierda de cristiano (probablemente católico), presuntamente, desde uno de los balcones del inmueble, producto de la falta de civismo de algún, y sigo, presuntamente descuidado vecino.
-¡¡¡Denúncielo a la policía!!!. –demandaba uno de los presuntos samaritanos, mientras restregaba el periódico por el impermeable, extendiendo la mierda cada vez más.
-¡¡¡Son unos cabrones…!!! –añadía su pareja presunta samaritana, enmierdando al pobre peatón hasta dejarlo hecho un cristo.
El resto de los curiosos observábamos perplejos, la escena, a cierta distancia, ya que el olor pestilente se hacía notar y tampoco era cuestión de aproximarse tanto, que uno de los presuntos samaritanos nos salpicase de mierda en una de sus extrañas y poco afortunadas maniobras. ¿Serían, los tres, amigos? ¿Iban juntos por la acera?
El pobre hombre, cabreadísimo, pudo sacar el móvil de un bolsillo, pringándose todavía más de mierda, y llamó a la policía local para que viniese y poder presentar la oportuna denuncia. Y no tardó en aparecer una patrulla ante la expectación general, momento en el que, la pareja de presuntos samaritanos y necesarios testigos porque “lo habían visto todo”, curiosamente, habían desaparecido.
-Habrán entrado en alguna cafetería para limpiarse en el servicio…- balbuceó patéticamente el pringao.
-¿Pero de dónde dice que le cayó la mierda? –inquería uno de los polis…
-De arriba: los que me ayudaron lo vieron todo… -trataba de aclarar el ya mentado pringao.
-Pero si la mierda la tiene por detrás de la oreja y en la nuca… -añadía el otro poli, tras mostrar su experiencia investigadora, aprendida de los telefines de CSI Miami.
Bueno, la pareja de presuntos samaritanos no apareció por lado alguno. Y los polis le preguntaron al pringao que de dónde venía, si venía, por ejemplo, de sacar dinero de un banco… Entonces, aquel pobre hombre rebozado en mierda de cristiano (probablemente católico), palpándose en medio de la porquería en que se había transformado su abrigo exclamó:
-¡¡¡ Mecago en Rusia: me han robao el dinero!!!
O sea: La versión es está otra:
Una pareja de gente totalmente normal, controla a un tío que sale de una entidad bancaria, observa donde guarda el dinero, le sigue, y en el punto propicio, le estampa un paquete de mierda de cristiano (probablemente católico porque los chorizos suelen estar bautizados y confirmados) más o menos detrás de la oreja, de manera que el impacto ya provoca que la mierda se le escurra por el pescuezo y parte de la ropa interior… el receptor del paquete se echa instintivamente la mano al punto del impacto y, a mayores del pestazo, se encuentra con la mano llena de esa mierda que, recordemos cuando nos limpiamos el culo y se nos va la mano, es tremendamente pegadiza y, estoy seguro que a todos nos ha pasado alguna vez, no menos instintivamente, queremos meterla ( la mano) bajo el grifo para limpiarnos del pringue, pero al tiempo, nos damos cuenta de que aun no hemos terminado de limpiarnos el dichoso culo… pues eso, el pobre tío, con la mano llena de mierda que, para mayor INRI ni siquiera es de la suya, se ve impotente, desbordado, humillado, y en medio de la acera. El desconcierto es absoluto y en ese instante es vulnerable en grado sumo. Los chorizos parece que le ayudan, pero lo que hacen es repartir la mierda y tentar el bolsillo donde saben que está el dinero, que, se llevan.
Si algún lector piensa que esto nada tiene que ver con el campismo, se equivoca: a lo largo de las vacaciones, más de una vez nos acercamos a un cajero a reponer fuerzas; lo mismo que al súper o a la plaza de abastos. Porque los campistas somos ciudadanos normales que hacemos cosas normales. Como el pobre hombre que protagonizó este suceso.
Cordiales saludos.-
-¡¡¡Denúncielo a la policía!!!. –demandaba uno de los presuntos samaritanos, mientras restregaba el periódico por el impermeable, extendiendo la mierda cada vez más.
-¡¡¡Son unos cabrones…!!! –añadía su pareja presunta samaritana, enmierdando al pobre peatón hasta dejarlo hecho un cristo.
El resto de los curiosos observábamos perplejos, la escena, a cierta distancia, ya que el olor pestilente se hacía notar y tampoco era cuestión de aproximarse tanto, que uno de los presuntos samaritanos nos salpicase de mierda en una de sus extrañas y poco afortunadas maniobras. ¿Serían, los tres, amigos? ¿Iban juntos por la acera?
El pobre hombre, cabreadísimo, pudo sacar el móvil de un bolsillo, pringándose todavía más de mierda, y llamó a la policía local para que viniese y poder presentar la oportuna denuncia. Y no tardó en aparecer una patrulla ante la expectación general, momento en el que, la pareja de presuntos samaritanos y necesarios testigos porque “lo habían visto todo”, curiosamente, habían desaparecido.
-Habrán entrado en alguna cafetería para limpiarse en el servicio…- balbuceó patéticamente el pringao.
-¿Pero de dónde dice que le cayó la mierda? –inquería uno de los polis…
-De arriba: los que me ayudaron lo vieron todo… -trataba de aclarar el ya mentado pringao.
-Pero si la mierda la tiene por detrás de la oreja y en la nuca… -añadía el otro poli, tras mostrar su experiencia investigadora, aprendida de los telefines de CSI Miami.
Bueno, la pareja de presuntos samaritanos no apareció por lado alguno. Y los polis le preguntaron al pringao que de dónde venía, si venía, por ejemplo, de sacar dinero de un banco… Entonces, aquel pobre hombre rebozado en mierda de cristiano (probablemente católico), palpándose en medio de la porquería en que se había transformado su abrigo exclamó:
-¡¡¡ Mecago en Rusia: me han robao el dinero!!!
O sea: La versión es está otra:
Una pareja de gente totalmente normal, controla a un tío que sale de una entidad bancaria, observa donde guarda el dinero, le sigue, y en el punto propicio, le estampa un paquete de mierda de cristiano (probablemente católico porque los chorizos suelen estar bautizados y confirmados) más o menos detrás de la oreja, de manera que el impacto ya provoca que la mierda se le escurra por el pescuezo y parte de la ropa interior… el receptor del paquete se echa instintivamente la mano al punto del impacto y, a mayores del pestazo, se encuentra con la mano llena de esa mierda que, recordemos cuando nos limpiamos el culo y se nos va la mano, es tremendamente pegadiza y, estoy seguro que a todos nos ha pasado alguna vez, no menos instintivamente, queremos meterla ( la mano) bajo el grifo para limpiarnos del pringue, pero al tiempo, nos damos cuenta de que aun no hemos terminado de limpiarnos el dichoso culo… pues eso, el pobre tío, con la mano llena de mierda que, para mayor INRI ni siquiera es de la suya, se ve impotente, desbordado, humillado, y en medio de la acera. El desconcierto es absoluto y en ese instante es vulnerable en grado sumo. Los chorizos parece que le ayudan, pero lo que hacen es repartir la mierda y tentar el bolsillo donde saben que está el dinero, que, se llevan.
Si algún lector piensa que esto nada tiene que ver con el campismo, se equivoca: a lo largo de las vacaciones, más de una vez nos acercamos a un cajero a reponer fuerzas; lo mismo que al súper o a la plaza de abastos. Porque los campistas somos ciudadanos normales que hacemos cosas normales. Como el pobre hombre que protagonizó este suceso.
Cordiales saludos.-