Lo recuerdo como uno de los días en los que más he sudado de toda mi vida.
Debe hacer 25 años casi que compré una tienda con este sistema, antes de que el Decathlon lo popularizase. En aquel tiempo, no habia video en internet, y nos conectábamos con modem leeeeentosssss.
Y yo con mi tienda, preparando la escapada a un camping con cierta señorita. Como ni mis padres ni los suyos sospechaban nada de lo que iba a pasar ese fin de semana, no podían ver la tienda, pero tampoco teníamos sitio para guardarla. Se nos ocurrió llevarla a casa de ella, aprovechando que sus padres no estaban en casa.
Como estas cosas "las carga el diablo" y yo soy de naturaleza curiosa, decidí montarla en el salón. Total, las instrucciones decían que se montaba en 5 minutos.
Y vaya si la monté. Me sobraron 4:58 exactamente. Fue abrir la funda y !alehop! tienda montada en mitad del salón. Casi sin querer.
Con el ji-ji ja-ja, perdimos un tiempo precioso. Había que desmontar, ya que los padres de la señorita estaban a punto de volver.
Ahí te quiero ver... Ni instrucciones, ni llaves de karate, nada. La p*** tienda no se cerraba. Y aquello no había manera de ocultarlo y dicho sea de paso, a mi me iban a pescar en el lugar más inoportuno con la persona menos adecuada... Tuve serias tentaciones destructivas ¿tijeras? ¿fuego...?
Lo intenté bastantes veces. Unas ayudado por la señorita otras en solitario. Tiré la toalla. Lo intentó ella. Volví yo... el tiempo pasaba y no había manera.
No se si eran los nervios, la prisa, el calor, el estar apretujados en el salón, con los muebles, mesa, sillas, sofa, tienda, el reloj... y sudor, mucho, mucho, sudor.
Aún no se como, pero la cerramos. La metimos en la funda y ahora si, la pudimos esconder. A la tienda y a mi. Porque se oyó la puerta y !sorpresa!. Los padres de la señorita. Y yo debajo de la cama.
Y la señora de la casa pregunta a su hija ¿has estado haciendo deporte? Huele a sudor..., voy a ventilar un poco. Mientras tanto se me salía el corazón por la boca y seguía sudando, sin poder moverme.
Unas horas después, cuando por fin se acostaron, pude salir de su casa y explicar en la mía el enorme trabajo que me costó cambiar la rueda del coche, y lo que sudé hasta lograrlo.