Ilis
Participativ@
BASTA YA
Estas recetas sólo se hacen en beneficio de los demás, si bien puede que “beneficio” no sea la palabra adecuada. En cualquier caso sólo se preparan cuando viene gente. Lo primero en lo que debemos confiar es en que sea gente de buen conformar. Esperad también que se les haya ocurrido cenar antes de salir de su casa.
Cocina a la brasa:
Todos los casados (en realidad todos los hombres o los que esperan serlo) creen saber cocinar a la barbacoa, aunque por lo demás no sepan ni abrir un tetrabrik sin cortarse un dedo. No olvidéis nunca estas dos normas fundamentales: la barbacoa debe hacerse en el jardín o, cuando menos, en el porche, nunca en la pila; y no haced nunca nada que de pena estropear. Es terrible asistir a la transformación de un buen solomillo en cenizas de carne. También da pena ver una pobre salchicha de frankfurt carbonizada, pero menos. Es mejor que te dediques a asar trozos de peces semicomestibles que hayas pescado tú mismo previamente, como las bogas o peces de colores de la pecera de tu Isa. El pescado siempre mejora con la incineración. Otra cosa que podéis hacer a la brasa sin remordimientos son las comidas congeladas. Aunque lo mejor es olvidarse de la barbacoa y pinchar lo que sea en un palo si queréis que sepa a campo. Podeis hacer la prueba con un buen Jabugo.
Pero sé que no tendréis c............para hacerlo, ¿o si?. No hay forma de evitar que el hombre se convierta en un loco incendiario con el pretexto de la comida. No me atrevo ni a pensar en las seudo-parrilladas que se hacen en el campo. A poco que lo penseis, comprenderéis la insensatez de este método culinario: intentad hacer algo con una brasa, planchar una camisa, por ejemplo. Veréis que es dificilísimo ¿Qué debería haceros pensar que sería menos difícil asar una chuleta de cordero con esa misma brasa? (planchar los pantalones de hilo de Isa, también fue difícil, pero divertido). En cualquier caso, tened la precaución de apagar bien el fuego cuando estéis hartos
Los guisos de caza
El otro tipo de cocina que los hombres creen dominar es el de la caza. Y es difícil que se desengañen, porque la idea de zamparnos a un pobre animalillo silvestre suele darles tanto asco a los invitados que nadie llega a averiguar si la comida sabe bien o mal. A lo que sabe, por cierto, es a hígado reconcentrado.
Pero los guisos de caza tienen una cosa en común con la comida: quitan el hambre, y eso es lo que se pretende al comer. La siguiente receta de pato es una manera tan buena como cualquier otra de lograrlo. Desplúmalo hasta que estés hasta la coronilla de llenarlo todo de plumas ensangrentadas y entonces pasa directamente a arrancarle la piel (procurad que vuestra Isa se encargue de sacarles la asadura. Yo suelo fingir que pasa algo muy gordo con los fusibles de la cocina cuando llega esta fase de la preparación). Rellenad el pato con gajos de fruta, regadlo con vino barato (es para invitados) y envolverlo en papel de aluminio. Tirado todo al horno precalentado a .....¿500? grados y dejarlo el tiempo suficiente para que pringue bien la cocina. El resultado huelo como una manada de patos silvestres y da el pego.
Si quieres asquear a los invitados para que no coman y eres pescador, también podéis organizar una comida a la orilla del río con pescado recién salido del agua. Poned a las Isas a limpiarlo. Si no cuela (a mi me suele pasar), ofreceros a preparar un poco de pescado crudo a la japonesa (Uno de los misterios de la naturaleza es por qué las Isas encuentran al “sushi” delicioso en un restaurante japonés y repulsivo en el campo).
La cocina náutica
Este es el método más elaborado y lujoso para convencer a los demás de que savemos cocinar. Llevaros a los invitados a dar una vuelta en el yate hasta que se les ponga la cara de color verdoso. Así podréis alardear durante varias semanas de la salsa marinera tan riquísima que te salió ese día, y nadie te lo rebatirá.
Si lo del yate resulta excesivamente caro, podéis obtener el mismo efecto en la “furgo” a condición de poner focos de 2000 watios y ponche de leche abundante de aperitivo.
Por la vida, Ilis
Estas recetas sólo se hacen en beneficio de los demás, si bien puede que “beneficio” no sea la palabra adecuada. En cualquier caso sólo se preparan cuando viene gente. Lo primero en lo que debemos confiar es en que sea gente de buen conformar. Esperad también que se les haya ocurrido cenar antes de salir de su casa.
Cocina a la brasa:
Todos los casados (en realidad todos los hombres o los que esperan serlo) creen saber cocinar a la barbacoa, aunque por lo demás no sepan ni abrir un tetrabrik sin cortarse un dedo. No olvidéis nunca estas dos normas fundamentales: la barbacoa debe hacerse en el jardín o, cuando menos, en el porche, nunca en la pila; y no haced nunca nada que de pena estropear. Es terrible asistir a la transformación de un buen solomillo en cenizas de carne. También da pena ver una pobre salchicha de frankfurt carbonizada, pero menos. Es mejor que te dediques a asar trozos de peces semicomestibles que hayas pescado tú mismo previamente, como las bogas o peces de colores de la pecera de tu Isa. El pescado siempre mejora con la incineración. Otra cosa que podéis hacer a la brasa sin remordimientos son las comidas congeladas. Aunque lo mejor es olvidarse de la barbacoa y pinchar lo que sea en un palo si queréis que sepa a campo. Podeis hacer la prueba con un buen Jabugo.
Pero sé que no tendréis c............para hacerlo, ¿o si?. No hay forma de evitar que el hombre se convierta en un loco incendiario con el pretexto de la comida. No me atrevo ni a pensar en las seudo-parrilladas que se hacen en el campo. A poco que lo penseis, comprenderéis la insensatez de este método culinario: intentad hacer algo con una brasa, planchar una camisa, por ejemplo. Veréis que es dificilísimo ¿Qué debería haceros pensar que sería menos difícil asar una chuleta de cordero con esa misma brasa? (planchar los pantalones de hilo de Isa, también fue difícil, pero divertido). En cualquier caso, tened la precaución de apagar bien el fuego cuando estéis hartos
Los guisos de caza
El otro tipo de cocina que los hombres creen dominar es el de la caza. Y es difícil que se desengañen, porque la idea de zamparnos a un pobre animalillo silvestre suele darles tanto asco a los invitados que nadie llega a averiguar si la comida sabe bien o mal. A lo que sabe, por cierto, es a hígado reconcentrado.
Pero los guisos de caza tienen una cosa en común con la comida: quitan el hambre, y eso es lo que se pretende al comer. La siguiente receta de pato es una manera tan buena como cualquier otra de lograrlo. Desplúmalo hasta que estés hasta la coronilla de llenarlo todo de plumas ensangrentadas y entonces pasa directamente a arrancarle la piel (procurad que vuestra Isa se encargue de sacarles la asadura. Yo suelo fingir que pasa algo muy gordo con los fusibles de la cocina cuando llega esta fase de la preparación). Rellenad el pato con gajos de fruta, regadlo con vino barato (es para invitados) y envolverlo en papel de aluminio. Tirado todo al horno precalentado a .....¿500? grados y dejarlo el tiempo suficiente para que pringue bien la cocina. El resultado huelo como una manada de patos silvestres y da el pego.
Si quieres asquear a los invitados para que no coman y eres pescador, también podéis organizar una comida a la orilla del río con pescado recién salido del agua. Poned a las Isas a limpiarlo. Si no cuela (a mi me suele pasar), ofreceros a preparar un poco de pescado crudo a la japonesa (Uno de los misterios de la naturaleza es por qué las Isas encuentran al “sushi” delicioso en un restaurante japonés y repulsivo en el campo).
La cocina náutica
Este es el método más elaborado y lujoso para convencer a los demás de que savemos cocinar. Llevaros a los invitados a dar una vuelta en el yate hasta que se les ponga la cara de color verdoso. Así podréis alardear durante varias semanas de la salsa marinera tan riquísima que te salió ese día, y nadie te lo rebatirá.
Si lo del yate resulta excesivamente caro, podéis obtener el mismo efecto en la “furgo” a condición de poner focos de 2000 watios y ponche de leche abundante de aperitivo.
Por la vida, Ilis
