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mucho más que un foro

Recuerdos de los viejos tiempos

Que verdad cocodrilo ¡
pasamos las etapas de la vida muchas veces a contracorriente .
algún día cuando me encuentre mejor te daré mi numero porque seguro que tienes muchas cosas que enseñarme .
Cuando somos niños nuestros padres nos parecen unos carrozas , no vemos que nosotros tambien nos pasa la vida y cuando no les tenemos les extrañamos tantooo tantooo
saludos Gonzalo
 
Estaba leyendo el tema, y ha venido a mi memoria, ya casi borrado. Gonzalo, cocodrilo feliz, creo que te conozco. Cuando he leído lo del Camping Coroso en Ribeira, lo he recordado. Creo que coincidímos con vosotros en el verano de 1981. La zona en la que estábamos, nosotros la llamábamos la Plaza de Orense, porque nosotros era los únicos que no éramos de Orense. En aquel entonces éramos una pareja jovencita, con una niña de 6 meses, en una tienda chalet a la entrada de la plaza. Mi marido era el veterinario de Feiraco. Yo me quedaba durante toda la semana sola con mi niña y el viernes venía mi marido a pasar el fin de semana.

La gente me decía, que si estaba loca quedarme sola con la niña y sin coche. Yo siempre contestaba, que estaba muy acompañada que todos vosotros me echabais una mano. Mi hija aprendió a mantenerse sentada en ese Camping. La niña estaba tan acostumbrada a que todos la dijeseis cosas, que no extrañaba absolutamente a nadie.

No me acuerdo mucho de todos vosotros, pero si de ti y tu mujer: erais los únicos con una caravana los demás teníamos tiendas. A nuestro lado, de los otros que me acuerdo, estaban un matrimonio: Lois y Marita con sus 2 hijos. Creo que él trabajaba en un periódico en Orense y llevaban un carrito-tienda.

Fue un verano maravilloso, me ayudasteis todos un montón, y nos lo pasábamos genial. No se si te acordarás de nosotros. Ahora mi hija tiene 37 años y tenemos un nieto maravilloso de 6 años.

Estaba disfrutando mucho con tus recuerdos y de repente cuando he leído lo del Coroso todo me ha venido a la mente.

Seguimos haciendo camping, ahora viajamos en AC y nos movemos mucho más, pero seguimos manteniendo el espíritu campista de entonces.

Un saludo, muchísimos besos y tienes todo nuestro cariño en estos momentos difíciles.
 
¡Ostraaaaaas!

Pues sí: aquella zona del campin era la "Plaza de Ourense" jajaja. Ese matrimonio al que te refieres (Luis y Marita) estuvieron una o dos temporadas pero dejaron el campismo. Luís es (o era) el hermano de mi esposa, o sea: mi cuñado. El carro/tienda se lo habían comprado a un amigo mío radioaficionado de Oporto. Lois (en gallego) era el hijo mayor de los tres que tenían, es mi ahijado y vive en una casita al lado de la mía... nos vemos a diario.

Todos aquellos niños y niñas que teníamos, los que viven, ahora, como es lógico, han ido formando sus núcleos familiares, y, también es lógico, nos han ido haciendo abuelos jejeje. En pura teoría biológica yo tenía que ser bisabuelo, pero la sociedad está cambiando y los jóvenes "pasan" de los usos sociales como el matrimonio eclesiástico, e incluso del civil. Se juntan, y evitan tener hijos porque nunca tienen el trabajo asegurado para constituir una familia... Hablo en general.

Bueno, hoy toca afeitarse, y luego me iré a comer un pulpito que es sábado y está la pulpeira delante del bar del pueblo. Por la tarde, entre partido y partido del Mundial, contaré otra anécdota que no tiene nada que ver con la gastronomía ni tampoco con los dramas.
 
EL ARTEFACTO

Ya estoy de vuelta. La ventaja de comer de "penalti" como le llamo yo, es que no tienes que ir al "súper" a hacer la compra, no te sobra nada de lo que compras, no tienes que fregar platos y comes en un plis/plas.

Cuando éramos muy jóvenes y muy felices con casi nada que teníamos, cuando "inventamos" Paxariñas, teníamos una estructura mínima de higiene: A mear y cagar había que ir a una zona de piedras cuando la marea estaba baja para que, al subir, limpiase todo... con aquel artilugio al que me he referido en otros comentarios, de una tapa de wáter con unas patas... Para el tema de las aguas había un pequeño manantial del que brotaba constantemente agua potable, así que para beber y para cocinar estábamos servidos.

Un día, uno de los niños vino corriendo a decirnos que había una "cosa rara" en el manantial. Allá fuimos y enseguida, entre la maleza y los matorrales que rodeaban el manantial, vimos una granada de mano, una bomba... Sabíamos que en la playa de Montalvo se habían realizado maniobras militares, así que supusimos que aquella granada estaba allí bien por perderla algún soldado bien por no haber explosionado... así que con unas ramas hicimos un espacio rodeándola, para que nadie (sobre todo los niños) la tocase, mientras íbamos a Sanxenxo a avisar a la GC.

Si nos remontamos a aquellas fechas, por raro que parezca, no existían las prendas deportivas que ahora disponemos. Lo normal es que anduviésemos con un traje de baño (los videos de partidos de fútbol de la época nos muestran cómo eran los "meibas" que se nos metían por la regandija del culo), una camiseta, y unas alpargatas. ¡Ah! y una gorra de patrón de yate (jejeje).

Con esas pintas nos fuimos tres de los "caciques" del grupo al cuartel, donde nos recibió el sargento, al que le explicamos que "había un artefacto" en la playa de Montalvo. Más o menos todos veníamos de hacer la "mili" recientemente, así que sabíamos perfectamente diferenciar una granada de mano, pero por aquellos días los medios informativos hablaban de un "artefacto que había caído de un avión americano en Palomares". Un eufemismo para no decir que lo que se había desprendido era ni más ni menos que una bomba atómica. Y a mi, se me ocurrió referirme a un artefacto en una playa para poner al sargento a prueba... jejeje. El sargento, tras escucharnos atentamente, nos dijo que salían para allí una patrulla, que no tocásemos "el artefacto" ni nos acercásemos a él. Vamos, lo que ya habíamos hecho.

La patrulla de la GC al mando del sargento llegó enseguida y los llevamos al "punto cero". Tras una inspección ocular, comprobaron que era una granada de mano, de las llamadas "de piña", que estaba con el seguro y que no ofrecía peligro alguno, salvo manipulación por un inexperto. A unos metros del sargento estábamos los campistas observando, y yo el más próximo. Entonces, el sargento cogió con las manos la granada, comprobó que estaba con el seguro y, de pronto, hizo el gesto de tirármela... y naturalmente por acto reflejo, yo hice el gesto de protegerme... La metió en una cartera reglamentaria que llevaban y soltó una risotada. Entonces, le dije: "Sargento, con una granada de mano no se hacen bromas, y menos a unos ciudadanos que le hemos ido a avisar. Si quiere, le recito artículo por artículo todos los del Reglamento del Duque de Ahumada, e incluso le puedo cantar el himno de la GC -y añadí para desconcertarlo mas- Porque a lo mejor resulta que he sido cocinero antes que fraile." El sargento se quedó ligeramente desconcertado, un poco pálido, y quizás pensó que aquel tipo larguirucho y delgado con pinta de gilipollas era un oficial del Cuerpo... (jejeje) Se puso serio, pidió disculpas, nos explicó que no había peligro alguno, que disfrutásemos de nuestras vacaciones, y que cualquier cosa que necesitásemos no dudásemos en avisarlo. Que "pasarían" todos los días por nuestro campamento para verificar que nadie nos molestase...

Y efectivamente, todos los días pasaban por allí, me buscaban y me preguntaban si había habido alguna incidencia, si alguien nos había molestado... Hoy, con el campin y las playas de Paxariñas y Montalvo a tope, todo esto puede parecer una historia imposible... pero en aquellos años esas dos playas estaban totalmente desiertas, y las disfrutábamos aquellas seis o siete familias todas para nosotros. Artefactos y GC incluidos.
 
Bueno, de momento hago un descanso en mis relatos. Me voy a pasar unos días en "urgencias hospitalarias" para un repaso de chapa y pintura. Espero no salir con los pies por delante... A mis años nunca se sabe.
 
Gonzalo divertida y extraña historia......jajaja.......bueno tu por lo que veo tu edad cronológica no corresponde a la que estas disfrutando así que en nada te tenemos por aquí contándonos que te han dicho, un abrazo y que pases muy bien la ITV
 
Duró poco esta acampada... jejeje. La rutina de siempre: Electrocardiograma, analítica, radiografía... y una camilla diseñada para personas de 1.70 y sin almohada. Todo el tiempo echado en forma de "cuatro". Resulta que "voy bastante bien" aunque el corazón está como está y los años son los que son; y los riñones hechos una pena... ¿Lo mejor? Lo mejor es esta frase del informe médico: "Funciones mentales superiores conservadas."

Mi particular conclusión: Cualquier día el "carburador" dirá "Hasta aquí hemos llegado" y no me dará tiempo ni a despedirme... así que por si acaso, quedáis todos despedidos jajaja.
 
Duró poco esta acampada... jejeje. La rutina de siempre: Electrocardiograma, analítica, radiografía... y una camilla diseñada para personas de 1.70 y sin almohada. Todo el tiempo echado en forma de "cuatro". Resulta que "voy bastante bien" aunque el corazón está como está y los años son los que son; y los riñones hechos una pena... ¿Lo mejor? Lo mejor es esta frase del informe médico: "Funciones mentales superiores conservadas."

Mi particular conclusión: Cualquier día el "carburador" dirá "Hasta aquí hemos llegado" y no me dará tiempo ni a despedirme... así que por si acaso, quedáis todos despedidos jajaja.

Dures lo que dures ya estas durando y te apreciamos y siempre te echaremos de más .
cuidate porque en tu pueblo tienen el mejor pulpo y estoy deseando conocerle y catarle el pulpo
gallego . un abrazo
 
¡¡¡FRANCOOOOO!!! ¡¡¡FRANCOOOOO!!! ¡¡¡FRANCOOOOO!!!

Tranquilos que no me he vuelto loco. En las diversas etapas de nuestro particular campismo libre, una vez que en Paxariñas se montó el actual campin, el grupo se empezó a dispersar, y tres de las familias acabamos en la pequeña y preciosa playa de Portocelo, en Marín. En esta zona había tres playas cada una de su estilo y todas formidables: Portocelo, muy pequeñita y a la que se llegaba dando un paseo desde Marín, lo que motivaba que siempre estuviese saturada; Mogor, preciosa y a media distancia por lo que había que utilizar el coche en unos tiempos en que el coche era un lujo; y, la más formidable de todas y la más alejada y desierta, La Pamán.

A Portocelo se llegaba por un desvío de la carretera comarcal, y ese desvío llegaba al final de la playa y se acababa. A la derecha la playa y a la izquierda una plataforma con arbolado denso y sombra abundante, donde estaba instalado un chiringuito de piedra y al lado un abundante manantial de agua potable. En esa pequeña explanada "cabían" las tres instalaciones de las tres familias que "emigramos" de Paxariñas, habituadas a los amplios espacios para nosotros solos, y ahora encajonados en una playa casi urbana y siempre saturada. Así que hacíamos lo siguiente: Hasta las 11 de la mañana que comenzaba a llegar gente, disfrutábamos de la playa para nosotros. Entre las 11 y las 6 de la tarde, nos sentábamos en nuestras hamacas charlando y escuchando la radio, jugando a las cartas y preparando la comida. Luego la siesta, y desde las 6 la playa volvía a ser para nosotros. Aquello duró una o dos temporadas, y enseguida nos fuimos primero a A Ladeira en Baiona, y luego al Coroso en Ribeira.

Un día, escuchando la radio, nos enteramos de que Franco venía a la Escuela Naval Militar, a Marín, que el yate Azor estaba atracado en el muelle de la Escuela y que Franco había invitado a los periodistas gallegos a una singladura por la ría. Y entonces, en la "peña", empezó el cachondeo por aquello de que al ser yo periodista, no estuviese invitado. Y como a mi me sobrasen recursos para combatir el cachondeo, nos cruzamos unas apuestas a que iba a la Escuela y acababa embarcado en el Azor con Franco. Las apuestas eran de tipo gastronómico: el que perdiese pagaba un arroz con bogavante para todos... Así que, con la pinta que teníamos los campistas, pantalón "meiba", camiseta, alpargatas y gorra de patrón de yate, me subí a mi "Goggomovil" y directo a la Escuela Naval. Para los usos profesionales, llevaba una bandera de España del tamaño del parasol con las letras "PRENSA", que puse a la vista. Ningún problema para entrar; me indicaron el aparcamiento para los periodistas y luego, en una carpa, estaban todos tomando un aperitivo, al pié de la rampa para subir al Azor. Me metí en medio con la cámara en ristre y al poco rato apareció el "Caudillo de España por la gracia de Dios" (¡¡¡manda carallo en qué líos se metía Dios!!!). Se colocó en un lado y todos empezaron a desfilar y a darle la mano... menos los fotógrafos que estábamos haciendo fotos... jejeje.

(continuará...)
 
¡¡¡VAYA LIO!!!

Todos los colegas habían tomado sus correspondientes "vermuts" o copichuelas o lo que cuadrase, así como pinchos varios... así que estaban en buena disposición para navegar con aquel "caudillo" experto en singladuras de todo tipo. Los saludos eran respetuosos (el miedo guarda la viña) pero efusivos. Vamos, que además de "Caudillo por la gracia de Dios" aparentaba que todo dios estaba feliz dándole la mano y agradeciéndole el ágape. Hasta a mi, Franco, me parecía alto y delgado...

Concluido el "besamanos" y el "lameculeo", Franco se dirigió a la rampa de acceso al Azor, subió el primero, tras él su escolta de "armarios" con los uniformes caquis y las gorras carlistas, y atropellándonos unos a otros, los colegas de la prensa. En la primera cubierta (era el primer Azor de los dos que tuvo) y por lo tanto a la sombra, se apalancó el "Caudillo", con los directores y los presidentes de los consejos de administración de los periódicos... y el resto, a la cubierta superior. No quiero pensar en el "bombardeo" de pisadas que repercutiría abajo, dado el tropel de colegas que íbamos allí arriba como sardinas en lata.

Empezó la singladura bordeando la costa izquierda de la ría, así que en 5 minutos ya estábamos delante de Portocelo, y como se trataba de demostrar que había ganado la apuesta, en cuanto localicé la playa empecé a hacer gestos con los brazos y la gorra... y de inmediato, primero mi esposa y mis hijos y luego el resto de las familias de la "peña", me contestaron con parecidos gestos... y la gente que estaba en la terraza del chiringuito, se unió a la "fiesta" sin saber de qué iba, pero pensando que estaban saludando a Franco... Desde la cubierta, los colegas, visto el desarrollo de uno y otro lado y como consecuencia del ágape previo, entraron en un febril intercambio de saludos, y como el Azor acompasase su marcha y casi quedase al pairo delante de Portocelo, la gente de la playa también consideró que aquello era una cortesía del "Caudillo de España por la gracia de Dios", y sin saber ni de dónde ni quién, se empezó a oír lo de ¡¡¡Francoooo Francoooo Francoooo!!! hasta el punto que Franco acabó asomándose por una de las ventanas de la primera cubierta para saludar a los bañistas...

Cuando el Azor reanudó el rumbo y llegamos a la playa de Mogor, como estaba medio vacía, alguien cercano a Franco debió de pensar que tras el recibimiento de Portocelo no compensaba arriesgar el éxito obtenido, y sin más el yate puso rumbo a la Escuela Naval...

Si todo había empezado con un cachondeo entre amigos, el regreso todavía fue un cachondeo mayor... pero me puse serio y reclamé, como ganador de la apuesta, el arroz con bogavante. Claro que, vistos los precios, lo pagamos entre todos los miembros de la "peña".
 
jajajajajaja:risa_suelos:muy bueno.....me alegro que estes de vuelta de tu reconocimiento medico y con buen humor
 
Me hubiese gustado ilustrar estas anécdotas con fotos, pero un conato de incendio en el laboratorio (hace unos cuantos años) me destruyó la mayor parte del archivo... El día que pierda el sentido del humor es que habré palmado.
 
Gonzalo un abrazo grande, no te mueras coño que te queremos con nosotros
 
Me uno a este hilo de anécdotas cocodrile ras.
Yo por edad no he tenido muchas en cuanto a acampada libre, pero curiosamente la que recuerdo fué en Galicia. Correría el año 80 y pocos.


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OFF TOPIC

Tengo un amigo que recopila historias del pasado de Ourense y a cada paso me llama para que le cuente alguna. Esta es la última que le he facilitado que, evidentemente, es muy anterior a mi época campista, pero refleja cómo era la España de finales de los 40 y principios de los 50. He suprimido nombres concretos porque no me parece correcto referirme a ellos pues todos o casi todos han fallecido. La base del relato es totalmente cierta. No tiene nada que ver con el campismo... si al "webmaster" no le gusta, pues... La verdad es que es entretenido.

HISTORIAS OLVIDAS DE OURENSE:
DE COMO UN OBISPO SE CARGO A UN GOBERNADOR CIVIL


Pretendo contar una historia verídica de ciertos acontecimientos ocurridos en Ourense (cuando era Orense) y que, por imperativo de la censura y del control político de la Dictadura, es difícil que queden ourensanos de aquella época capaces de conocer a fondo la realidad. Voy a utilizar la narración en primera persona ya que debo ser de los pocos que sobrevivo y además de conocerla a fondo, fui testigo privilegiado.

Todo ocurría en los últimos años de la década de los cuarenta y primeros de los cincuenta, con las consecuencias de la Guerra Civil muy presentes, y yo, un muchacho con el Bachillerato recién terminado y la temida Reválida que se “pasaba” en Santiago aprobada, venía a tener 18 años (empecé el Bachillerato a los 11) y todas las tardes acudía al despacho de mi padre (capitán retirado de la Guardia Civil y secretario de la Fiscalía de Tasas) para aprender a escribir a máquina, algo que hice con cierta diligencia y lo que más costaba (y sigue costando) utilizando los 10 dedos de las manos. Así que mi padre aprovechaba mi habilidad para que le pasase a limpio una serie de informes y expedientes que, indirectamente, me fueron introduciendo en un mundo que a los jóvenes nos importaba bastante poco, pero que resultó ser para mi apasionante.

ESTRAPERLO Y ESTRAPERLISTAS

Trataré de reflejar cuál era el ambiente en el que se movía la sociedad, y en especial, la ourensana. En aquellos años todo estaba racionado, desde el aceite a las telas con las que se confeccionaban las ropas, la piel de los zapatos, el combustible… todo. Y todo estaba controlado por dos organismos oficiales creados por el Gobierno de la Dictadura:

La Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (Abastos), y la Fiscalía de Tasas (la Fiscalía).

El primer organismo se encargaba de las materias primas y expedía las “cartillas de racionamiento”, una por cada ciudadano, con las que se acudía a las tiendas de ultramarinos y a los comercios, y, previo corte del cupón y pago de la mercancía, las familias disponían de lo más vital para subsistir. Ponía, asimismo, los precios.

El segundo organismo controlaba que los almacenes y los comercios respetasen los precios establecidos y no circulase otra mercancía que la distribuida por Abastos.

Quizás sea una forma demasiado sencilla de explicarlo, pero sustancialmente, era lo que había.

Abastos dependía directamente del Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento. La Fiscalía (en sus primeros años, no) era totalmente independiente, con personal procedente de la Judicatura y del Ejército.

Todo lo que se controla y raciona provoca un mercado paralelo que en aquellos años se conocía como estraperlo, y los que lo protagonizaban eran los estraperlistas. Si nos pusiésemos en este siglo podríamos decir que los “manteros” eran los estraperlistas a los que habitualmente los agentes de la Fiscalía “pillaban”, detenían y denunciaban. Pero, al igual que todos sabemos que los “manteros” son la parte visible de una “mafia”, los estraperlistas que eran “pillados” no eran otra cosa que pobres desgraciados que por unas pesetas trabajaban para los verdaderos estraperlistas, todos ellos familias harto conocidas de la considerada burguesía ourensana. Familias que ahora siguen siendo influyentes ya que andaremos por la tercera o cuarta generación, pero que se hicieron de oro con el estraperlo. Los herederos de los estraperlistas estudiaron en buenos colegios y universidades, conocieron mundo, aprendieron a aparentar y, que nadie dude que, puestos a señalar, mi dedo lo haría con precisión de cirujano. Pero pasaron muchos años, voy viejo para meterme en pleitos, todos aquellos han fallecido y no es cuestión de andar meneándosela a un muerto.

EL SISTEMA

Pondré algunos ejemplos de cómo cuatro desgraciados se la jugaban por cuatro pesetas mientras los verdaderos estraperlistas se forraban.

En Portugal se encontraban algunas materias básicas que además de baratas, las había en abundancia; por ejemplo: las piedras de mechero. ¿Piedras de mechero? Sí, piedras de mechero.

Un número de mujeres, muchas viudas de guerra con pensiones ridículas, confeccionaban unos “sostenes” (ahora: sujetadores) de los de “subir” las tetas, que a mayores de los dos compartimentos donde iban las suyas, llevaban una segunda “copa” bastante más grande. Bajaban en el “tren correo” hasta Arbo o algún otro punto pegado al río Miño y que tuviese a Portugal al otro lado. Pasaban en barcas por la noche y compraban las piedras de mechero que metían en la segunda “copa” de manera que no despertase sospechas. También, así eran aquellos años, las mujeres llevaban sus vestidos por encima de una prenda más íntima, llamada “viso”, y bajo esta prenda una faja y finalmente las bragas. Así que todo lo que iba bajo el “viso” siempre tenía un segundo compartimento para cargarlo de piedras de mechero. Cuando ya estaban “listas” volvían a pasar el río y esperaban el tren ascendente para acarrear la mercancía hasta los presuntos burgueses, que no eran otra cosa que “capos”.

Otras arriesgaban todavía más, y una vez en Portugal, compraban (ellas no compraban nada, sino que transportaban) hilo de cobre, que enrollaban en la cintura en la medida que cada una era capaz de aguantar, pero siempre por encima de los 20 kilos.

De cuando en cuando los agentes de la Fiscalía se veían obligados a intervenir, a sabiendas de que lo importante eran los “capos” de la tantas veces citada burguesía… y en cuando se corría la voz de su presencia en el tren, aquellas mujeres, sobrecargadas de piedras de mechero o con el hilo de cobre enrollado en la cintura, se bajaban del tren en marcha aprovechando que por aquella zona las viejas locomotoras de vapor iban lentas… pero se jugaban la vida y era frecuente que más de una se descalabrase.

El pan que se comía comprado con los cupones de la cartilla de racionamiento, no estaba hecho de harina de trigo, sino de las cascarillas de los diversos granos de cereales, que llamábamos coloquialmente, salvados. Era, evidentemente, pan negro. Pero ¿no había pan blanco hecho con trigo? ¡Claro que sí! Toda la acera de las casas que están (o estaban) a la izquierda del puente del Polvorín se llenaba de mujeres (hoy serían ”manteras”) que extendían una sábana en el suelo y ofrecían pan blanco. Creo que se llama Ponte Codesal, pero para todos era “El Polvorín”. ¡Qué casualidad, que justo enfrente y del otro lado del puente, esté un edificio dedicado a no tengo claro que, llamado La Molinera! Se conserva la enorme chimenea… pero ¿qué se molía allí y quiénes eran los propietarios? Sólo un dato: Eran un grupo de propietarios de la burguesía empresarial de Ourense.

Aquellas mujeres también tenían que salir corriendo cuando aparecían los agentes de la Fiscalía. Como en la actualidad los “manteros”. Y todas eran de bajo nivel social, nula formación (salvo para rezar en las iglesias) y condenadas socialmente a seguir viviendo en la ignorancia… hasta que, inesperadamente, comenzó el fenómeno de la emigración.

(continuará))
 
MARAGATOS

Estoy tratando de reflejar aquella sociedad aparentemente invisible para los “situados” o visible cuando éstos necesitaban comprar pan blanco, piedras de mechero o negociar con hilo de cobre.

Pero ¿cómo aquella burguesía dispuso de los primeros fondos para luego seguir especulando con el estraperlo?

Hay que ir más atrás en el tiempo, cuando todavía estaba España sumida en la Guerra Civil. Galicia, tras el “glorioso alzamiento” quedó toda en la parte franquista y sin mayores problemas se convirtió en la despensa de la intendencia de las tropas que avanzaban sobre Madrid. Dentro de los ejércitos hay algunos códigos no escritos como puede ser el derecho de botín, que supone que los soldados que primero entran en un caserío, o en un pueblo, o en una ciudad, tienen derecho a llevarse aquello que encuentren y que piensen que tiene suficiente valor para venderlo. Pongamos una máquina de coser, o de escribir, algún artilugio antiguo… pero casi siempre son fuerzas de infantería y resulta complicado echar a andar con una máquina de coser al hombro… porque el código no escrito permite el botín pero hace imposible el llevarlo a cuestas. Así que tenemos a unos soldados recién tomado un pueblo que necesitan vender a quién ofrezca algo, una determinada mercancía.

Camiones, coches, medios de transporte más allá del ferrocarril, durante la Guerra escaseaban y casi todos decomisados por el Ejército. Entonces ¿cuál era el medio de transporte de los víveres que necesitaba el Ejército? El medio perfecto eran las reatas de mulas. Las carreteras para cruzar el Padornelo o la Canda o el Manzanal o no existían o estaban todas estratégicamente destrozadas. En Astorga siempre hubo gente capaz y conocedora de todas aquellas serranías, viajera y con olfato para los negocios. A la gente de Astorga se le conoce como “maragatos”. El carácter de los gallegos está resumido en algunas frases: “El gallego no lucha, emigra”; o “Si tienes que enfrentarte a una muralla de montañas que no conoces… mejor mirar al mar y emigrar.” Así que los llamados “maragatos” fueron los más inteligentes y con sus reatas de mulas y su conocimiento de las montañas, venían a Galicia, compraban las mercancías que sabían que tenían vendidas al Ejército, y se las llevaban con sus reatas de mulas. Pero eso suponía una parte de su actividad comercial; la otra parte, el regreso a Galicia, no les rentaba beneficio, sino gasto. Entonces, empezaron a comprar a los soldados, a precios de saldo, los productos procedentes del derecho no escrito de botín, y bien en los aledaños de Astorga bien en Galicia, los tenían más o menos “colocados”.

Así, al socaire de la Guerra Civil, se fueron fraguando ciertas fortunas. Y, algunas de aquellas familias de los “maragatos” decidieron quedarse a vivir en Ourense, montando almacenes al por mayor de productos básicos.

TRADICIONES PROHIBIDAS

Todos los pueblos tienen tradiciones. Algunas son innatas y otras inducidas. Por ejemplo los Carnavales de Laza, Verín, Xinzo o Carballiño. Otra tradición muy arraigada era el baile de Las Candelas, en el Liceo Recreo Ourensano. Todo quedó interrumpido con la Guerra Civil y, tras su final, los gobernantes de la Dictadura no querían eventos con aglomeraciones que pudiesen írsele de las manos. Así que los Carnavales estaban prohibidos. Y aunque era más controlable, el baile del Liceo de las Candelas, y todo tipo de bailes, también.

PODER POLITICO Y PODER FACTICO

Esto es algo que funciona en todas las sociedades: hay un poder político, en caso de dictadura designado a dedo; y hay un poder fáctico que se ejerce desde el control del dinero o desde la imposición de una determinada moral. El poder económico en aquel Ourense estaba representado por los empresarios estraperlistas, si bien era muy discreto. El poder de la moral impuesta según convenga, era puro y duro, y lo ejercían en nombre de Dios los obispos, que, además, controlaban determinados e importantes flujos de dinero.

A la vista, los ourensanos tenían claro que el gobernador civil era el poder político casi sin limitaciones, pues al ser Ourense una de esas provincias perdidas y olvidadas, con infernales comunicaciones, una tasa de analfabetismo importante y con tendencia a la emigración, el gobernador venía a ejercer sus funciones como un “virrey”. Pero el obispo de turno, agazapado en su “Palacio Episcopal” (ahora se llama: Episcopado), suponía un freno cuando algún gobernador se salía del carril de la moral impuesta por la Iglesia Católica.

Para que lo entendamos todos: Las mujeres, según la Iglesia, no eran mayores de edad hasta los 25 años mientras los hombres lo éramos a los 21. La mujer no podía entrar en una iglesia sin medias, con la falda por encima de la rodilla, o manga corta, o escote… y sin un velo. Las monjas iban tapadas de tal suerte que apenas dejaban ver sus rostros… a poco que veamos imágenes de la actualidad comprobaremos cuánto de parecido existe entre esa forma de vestir y la de una musulmana. Casi estamos hablando de un “burka”, o de las dificultades de las mujeres musulmanas por conseguir que se reconozcan sus derechos. Y, siempre, esa moral viene impuesta por una religión. Estoy recordando la España, o el Ourense, de los años 50.

PERFIL DEL “VIRREY”

Intentaré retratar al que creo recordar que fue el segundo gobernador civil tras la guerra. Familia influyente, registrador de la propiedad, se llamaba Vicente y un hermano suyo llamado Armando, era el presidente de la Federación Española de Fútbol. Falangistas/franquistas hasta los tuétanos, estuvo en Ourense entre los años 1945 y 1951 (6 años). Era tal su poder y la seguridad de impunidad que no se paraba en barras. Tenía, en 1951, 44 años. Murió en 1983 a la edad de 76 años.

PERFIL DEL OBISPO

De origen humilde, discreto, sabía ejercer el poder fáctico sin escrúpulos, tirando la piedra y escondiendo la mano. Murió a los 63 años poco tiempo después del episodio que pretendo relatar.
Ya he descrito el tipo de moral impuesta (especialmente a las mujeres) y que todos respetábamos. Pero esa moral poco o nada tenía que ver con la ética. Durante su mandato en la diócesis de Orense se construyó no recuerdo si el seminario mayor o el menor o quizás uno detrás de otro. El 90% del cemento utilizado en toda esa obra fue gentileza de Dragados y Construcciones, empresa, decían, con más poder que tres ministerios juntos. El otro 10% fue gentileza de Saltos del Sil, otra de las empresas poderosas… El cemento era una de las materias que escaseaban. ¿A cambio de qué? No lo sé. Pero algo tendrían que recibir estas empresas del poder fáctico del obispado, y queda claro que no es la misma moral la que se imponía al Pueblo que la que practicaba este obispo.

(continuará)
 
CHOQUE DE PODERES

La memoria me funciona bien, aunque hay algunas cosas que procuro que funcione menos bien (hay que curarse en salud), pero allá por el año 1951 se produjo un choque de poderes espectacular entre el obispo y el gobernador. De nuevo, para ponernos en situación, hay que recordar el ambiente de los años 1949, 1950 y 1951.

El gobierno de la Dictadura y el de EE. UU. trataban de establecer convenios para el uso de bases militares en España. Franco quería que su dictadura fuese reconocida más allá de los Pirineos y había solicitado el ingreso en la ONU. Pero inicialmente fue rechazado por sus simpatías con el fascismo y el nacismo. Necesitaba un lavado de cara que al menos aparentase que en España se respetaban los derechos de sus ciudadanos, para lo que se estaban dando pequeños, medidos y muy controlados pasos. Por ejemplo y desde 1936 estaba prohibida la radioafición; y, como muestra de apertura a partir de 1949 se empiezan a conceder licencias con unas condiciones muy especiales. En este mismo sentido, los gobernadores civiles reciben instrucciones para consentir que se celebren eventos (bailes) en lugares cerrados de no mucha capacidad y siempre fácilmente controlables. Y llega el día 2 de febrero de (tengo dudas) 1950 o quizás 1951, día de la Candelaria y del tradicional “Baile de las Candelas” del Liceo Recreo Orensano y el gobernador autoriza la celebración del evento mientras al obispo le chirrían los dientes y se obsesiona con tomarse la revancha y cargarse al “virrey”. Además, el edificio del Liceo está casi limitando con el Palacio Episcopal (aún quedan restos de estas letras en la fachada) y, casi casi, el obispo se pasa la noche escuchando la orquesta.

LA VENGANZA


El problema para consumar la venganza radicaba en disponer de un arma letal, documentada, certera… Alguien le sugiere al obispo que el secretario de la Fiscalía de Tasas tiene unos expedientes profusamente documentados en los que se denuncia al gobernador por estraperlista y alguna otra no desdeñable cuestión. Fiel a su estilo de tirar la piedra y esconder la mano, a través de un intermediario de su absoluta confianza, contactan con mi padre que les facilita una copia de los cinco expedientes. No tardando mucho, y nos podemos imaginar los vericuetos por los que discurrieron aquellas copias de los expedientes que yo había pasado a limpio una vez más, mi padre es citado en Madrid, en el Ministerio de Gobernación. Empieza la muerte política de un gobernador civil hasta el momento todopoderoso “virrey” de Orense.

ARMA LETAL

Pero ¿de qué iban esos expedientes?

Por alguna razón de las habituales que un poder tan enorme e impune proporcionaban, el “virrey” necesitaba determinados fondos, y, como era (además) el delegado de Abastos, redactó una circular dirigida a los almacenistas (estraperlistas) en la que fijaba una subida de 5 céntimos de peseta en los litros de aceite, gasolina, y los kilos de jabón y harina. Estos cuatro productos eran de extrema necesidad y estaban supercontrolados. Los almacenistas, gente con muy justita formación pero con gran olfato para los negocios y más que rodada en este tipo de situaciones, se percataron de que, en cuanto esos nuevos recargos se repercutiesen a las tiendas y a los ciudadanos, la Fiscalía iría directamente a hacer una inspección, a ellos. Así que decidieron hacer unas reproducciones fotográficas de las circulares (las fotocopias no existían) por lo que pudiese acontecer.

En efecto, los asesores del “virrey” le advirtieron del riesgo que suponían aquellas circulares, y unos policías de la “secreta” se fueron personando en cada uno de los almacenes exigiendo la devolución de la comprometedora circular. Evidentemente, los almacenistas devolvieron el documento original y, en apariencia, el riesgo corrido estaba neutralizado. Y el dinero recaudado con aquel recargo en cualquiera sabe qué bolsillo.

LA FISCALIA

El esquema de este organismo era bastante elemental: Un fiscal que era el que mandaba y que o bien procedía de la Judicatura o era un militar de alto grado. En el siguiente escalón un secretario, habitualmente un funcionario con cierto prestigio, y en algunos casos como era Ourense, procedente de la Guardia Civil. El tercer escalón eran los agentes con uno que era el jefe; el resto eran funcionarios que accedieron a sus puestos bien por ser excombatientes, bien por influencia.

El planteamiento era perfecto, salvo que, dada la corrupción reinante y las mafias del estraperlo, funcionarios honrados e insobornables, en realidad eran un estorbo.

En cuanto algún agente de la Fiscalía levantó un acta a un comerciante por la aplicación de unos precios no previstos, aquello que parecía que se había tapado a tiempo retirando las circulares, entró en ebullición. Y la Fiscalía envió agentes a los almacenistas para que explicasen los recargos de aquellos productos. Los almacenistas (estraperlistas) presentaron las reproducciones fotográficas de las circulares y el secretario de la Fiscalía, sin que le temblase el pulso, ordenó la apertura de cuatro expedientes a nada menos que al gobernador civil.

LOS FISCALES

Desde la constitución de la Fiscalía de Tasas los que venían ejerciendo el cargo de fiscales, casi siempre, aquel Orense (ahora Ourense) no era otra cosa que el primer escalón de su carrera política. Así que apenas tomaban posesión de su cargo ya estaban solicitando el traslado a otro lugar más acorde con sus pretensiones. A esta escasa voluntad de servicio se unió, en uno de esos espacios de uno que se va y el otro que aún no llegó, todo este “belén” de los expedientes al “virrey”, y ya, durante un cierto tiempo es que ni se molestaban en tomar posesión una vez leídos, imaginando un enfrentamiento que no le hacía bien a sus pretensiones de medro político. Por un lado el poder omnímodo de un gobernador y por el otro la honradez insobornable de un secretario procedente de la Guardia Civil.

Los expedientes vegetaban en un cajón de la mesa del despacho del secretario, pues para darles curso se precisaba que hubiese orden del fiscal… que ya dejo dicho que nadie quería ser.

(continuará)
 
COTO ESCOLAR

Dentro de las peripecias de aquel “virrey” todopoderoso, los servicios de inteligencia de Capitanía General (los de la Policía los controlaba el gobernador) que por esas extrañas coincidencias en Ourense los “llevaba” la misma persona que era secretario de la Fiscalía (o sea: mi padre) y gracias a ello no se atrevían a tocarle un pelo, aunque lo intentaron más de una vez, pues estos servicios de inteligencia conocían las andanzas… no sé cómo decirlo… digamos que extrafamiliares del “virrey”. Tampoco, en el siglo XXI nos vamos a extrañar de estas peripecias, ahora que vamos conociendo las del “Emérito” (jajaja). Al fin y al cabo el “virrey” tenía 40 años… Pero claro, estamos hablando de 1951 y de la moral cristiana.

Existía una Orden Ministerial o un Decreto algo que ya no recuerdo, que autorizaba a los maestros nacionales a reservar un espacio de titularidad pública (estado, provincia o municipio) para uso exclusivo de los niños. Se denominaba ”coto escolar”. Una vez autorizada la cesión, el espacio era de los niños y bajo la dirección del maestro, intocable.

Un maestro, allá por algún lugar de la Baja Limia, logró que le autorizasen un terreno pegado al colegio donde los niños corrían y jugaban. Lamentablemente, algún cacique (y los había como las meigas) con mucho poder, se fijó en aquel espacio que le venía al pelo para no sé qué proyecto, y le pidió al maestro que renunciase al coto y se lo cediese, permutándolo por otro… que, evidentemente, no estaba al lado del colegio. Y el maestro dijo que no; que el coto era de los niños y los niños antes que nada.

CHERCHEZ LA FEMME

Listos que son los franceses: Si algo no te encaja, busca la mujer. (jejeje).

No consigo recordar si el cacique era misma persona que el alcalde del municipio, pero en un extenso informe del servicio de inteligencia que me tocó pasar a máquina varias veces, si recuerdo que el secretario del ayuntamiento en cuestión era joven y apuesto y su esposa no le iba la zaga. Decían los que la conocieron, que un bellezón.

El cacique contactó con el “virrey”, le expuso la situación, y como todos eran de la misma cuerda, urdieron un plan para “convencer” al maestro de que lo correcto para él era ceder los derechos del coto escolar. Para “convencerlo” el sistema vino a ser esperarlo una noche y darle una paliza. Seguro que fue una paliza muy persuasiva porque el maestro solicitó el traslado para evitar que métodos tan expeditivos pudiesen repetirse. Cuando se incorporó el nuevo maestro lo primero que hizo fue renunciar al coto escolar.

El cacique logró su fin, pero el “virrey”, en apariencia, no había obtenido beneficio alguno. Bueno, salvo follarse a la esposa del secretario del ayuntamiento que, además de un bellezón, resultó ser un putón verbenero.

Poco a poco y tras conocer el ambiente de la sociedad de aquellos años, vamos entrando en materia y percatándonos de cómo se recaudaba dinero para no se sabe qué fines, o cómo se convencía a un maestro para que cediese los derechos de un coto escolar.

GRANDES EXPRESOS EUROPEOS

La salud de mi padre era la de un hombre mayor, agravada por sus problemas de visión. Así que cuando recibió la citación para acudir a Madrid al Ministerio de Gobernación, advirtió a los que lo convocaban de que necesitaba llevar un acompañante. A vuelta de correo recibió dos billetes de coche cama para dos personas, y fue así como por primera vez viajamos en un vagón de aquellos que iban rotulados como “Coches cama de los grandes expresos europeos”.

En la estación del Norte nos estaba esperando un coche del Parque Móvil Ministerios con su conductor que, amablemente, nos llevó al hotel que nos habían reservado. Al día siguiente nos vino a buscar y nos llevó al Ministerio de Gobernación. También nos estaban esperando y siempre con amabilidad nos llevaron hasta una estancia media en penumbra en la que tras una mesa estaban sentadas cinco personas. En el centro de la mesa un flexo encendido y apuntando hacia abajo contra la mesa. Delante una silla donde le pidieron a mi padre que se sentase. A mi, que llevaba una cartera con una copia de todo el tocho de los expedientes (unos 300 folios a doble espacio), me indicaron otra silla al lado de la puerta de acceso, detrás de mi padre y a unos 5 metros, en plena oscuridad. El que estaba en el centro de la mesa era, por lo que luego fuimos sabiendo, el ministro de Gobernación, los demás altos cargos del Ministerio y un abogado del Estado. Le pidió a mi padre el que presidía que se identificase con nombre, apellidos, domicilio y cargo o cargos públicos que ejerciese, y tras hacerlo, alguien giró el flexo de forma que la luz fuese directamente a la cara de mi padre, seguro que a sabiendas de sus problemas de visión.

Evidentemente trataban de intimidarlo. Y, desde mi posición de observador, la frase más benévola que se me pasó por la imaginación fue ¡¡¡Cabrones!!!

Con 18 años estaba viviendo algo que habitualmente veíamos en las películas; y estaba aprendiendo la realidad del poder de una dictadura. Pero esto de poner un flexo contra una persona para interrogarla “amablemente”, a un capitán retirado de la Guardia Civil con largo recorrido en monarquías, dictaduras, repúblicas, otra vez dictaduras… con toda la guerra desde Africa a Extremadura finalizando en la batalla del Ebro, con un hijo de 20 años muerto en el frente de Madrid, era algo así como hacerle cosquillas en los pies. Le pidieron que expusiese las razones de los expedientes de la Fiscalía, y sin inmutarse y desde la serenidad que siempre le caracterizó, les contestó que todo lo traía escrito y que lo tenía yo en la cartera… que mejor lo iba leyendo.

Pero no, no interesaba una lectura, por otro lado ya disponían ellos, se suponía, de la copia enviada por el obispo; era mejor, dijo el que presidía, escuchar el relato de viva voz. Otra vez se equivocaban, pues esperaban que de esta manera no sería tan detallada la información, pero, como me pasaba a mi, de tanto leer y releer, casi recitábamos el texto de memoria.

A la media hora mi padre había concluido el primero de los expedientes y comenzaba con el segundo. Entonces, el que presidía aquel tribunal decidió que era suficiente, paró el relato, le retiraron el flexo de los ojos y, con mucha amabilidad y luces encendidas, le indicó a mi padre que al día siguiente, a las 11 horas, nos irían a recoger al hotel para estar a las 12 en la Dirección General de Correos y Telégrafos, pues el titular de ese departamento, que estaba entre los cinco del tribunal, era el secretario de la “causa”, y allí firmaría mi padre la declaración que acababa de hacer (sin hacerla del todo), que pasarían a limpio. Siempre sin perder la calma y consciente de que flexo incluido les había ganado la maniobra de la intimidación, les explicó que no era necesario ir a lado alguno, ya que toda la declaración la traíamos firmada. ¡Qué si quieres arroz Catalina! El “tocho” no interesaba ni querían verlo delante. Así que mañana a las 12 en Cibeles.

(continuará)
 
POLITICOS

Nos llevaron al hotel y quedamos para el día siguiente que, puntualmente, el conductor del PMM nos vino a recoger. Ya en la sede de Correos y Telégrafos (en la actualidad Ayuntamiento de Madrid) en un plis plas estábamos con el director general en un despacho con las paredes de madera de cerezo (o algo así). Atentísimo, nos invitó a unas copas y a unos cigarros, pero ni mi padre ni yo éramos fumadores y tampoco nos iba eso del alcohol, así que nos trajeron unos cafelitos y nos pusimos a charlar sobre Madrid y el Museo del Prado que esperábamos visitar antes de irnos. Nos indicó que el chófer del PMM tenía orden de estar a nuestra disposición y llevarnos a donde le pidiésemos, hasta que fuésemos a tomar el tren.

O sea: Llevábamos dos días en Madrid y del motivo del viaje ya casi nos habíamos olvidado. Cuando le pareció bien, y tras invitarnos a repetir los cafés cosa que agradecimos pero no aceptamos, se acercó a la mesa del despacho y cogió un folio a doble espacio donde se suponía que estaba la declaración de mi padre del día anterior ante el tribunal. Venía a decir que estaba demostrado que se había recargado el precio de algunos productos (sin especificar cuáles) pero que se había hecho para disponer de unos ingresos para atender unos fines benéficos a personas muy necesitadas. De nuevo, mi padre, dijo algo elemental: “Yo no he dicho nada de lo que hay aquí escrito”. Cierto, dijo el director general, pero comprenda usted que si asumimos todo su testimonio la imagen del Gobierno quedaría en entredicho y al gobernador habría que meterlo en la cárcel. Pero no se preocupe, pues cuando ustedes lleguen a Orense, el gobernador tendrá la orden de traslado en la mano, posiblemente a Valladolid o a Zamora, allí ejercerá unos meses y luego irá a un puesto de menos visibilidad para finalmente desaparecer de la política. Desde mis tiernos 18 años no daba crédito a lo que estaba escuchando, pero mi padre vino a decir: “Está bien; lo que ustedes digan. Para mi lo importante es que, por estraperlista, lo destituyan como gobernador de Orense…”

INESPERADA TRACA FINAL

El exprés de Galicia venía saliendo de la estación del Norte (también llamada Príncipe Pío) sobre las 12 de la mañana y llegaba a Ourense sobre las 7 de la madrugada. Vamos, casi como el AVE. Fuimos a casa y a las 9 mi padre me estaba llamando porque al ir a la oficina tenía un aviso del gobernador que le invitaba (con su hijo) a una especie de ceremonia de despedida ya que lo trasladaban a Valladolid. En el salón del antedespacho (supongo que todo sigue igual) estaban casi todos aquellos que se conocía como “fuerzas vivas del Régimen” de la provincia, pero que en realidad venían a ser los lameculos, los cortesanos del “virrey”. Charlando con alguno en un corrillo, estaba el gobernador, que nada más ver a mi padre se abrió camino entre todos y tras darle un aparatoso abrazo, vino a decir algo así: “Si algo siento ahora que me voy, es no poder seguir disfrutando la amistad del funcionario más honrado de Orense…” Si escuchar tal afirmación me pareció de una hipocresía celestial, la forma en que lo hizo y lo dijo, parecía que lo sintiese de verdad. Aunque tras lo que había aprendido aquellos dos o tres días en Madrid, me llevó a suponer que alguien desde allá arriba le había ordenado esa expresión pública de agradecimiento, en pago a la diferencia que hubiese supuesto que mi padre en vez de firmar un testimonio de un folio a doble espacio, hubiese firmado el “tocho” de los 300 con la verdad.

EPILOGO

¿Se acuerda alguien de que todo empezó por el cabreo de un obispo? Si la hipocresía de los políticos es capaz de asumir escenas como la del flexo, la del despacho del director general de Correos y Telégrafos, la de la despedida del gobernador que perdía su “virreinato”, la de los administradores terrenales del Sumo Hacedor no tiene límites. Ni el intermediario del que se valió al principio para urdir la muerte política del todopoderoso gobernador, ni mucho menos aquel tieso y vengativo obispo volvieron a cruzar palabra alguna con mi padre. Vuelvo a lo que ya he calificado en el perfil del obispo: Tira la piedra y esconde la mano.

También es cierto que su salud era deficitaria ya que meses después de toda esta historia, fallecía.

Una de las consecuencias de toda esta historia fue que la Fiscalía de Tasas perdió su independencia, y como Abastos, paso a estar bajo el control del gobernador de turno. Luego se acabó el estraperlo y las cartillas de racionamiento y quedaron disueltos ambos organismos.

Como ya pasaron 67 años todo este relato carece de otro interés que conocer la historia de lo que no reflejan los diarios de aquella época. De lo que se “cocía” a espaldas de los ciudadanos. El Baile de las Candelas a partir de aquel año se vino celebrando ininterrumpidamente; y también el de fin de año. Y en Carballiño no necesitaron utilizar el eufemismo de “las mimosas” para enmascarar el Carnaval; ni en Laza, Xinzo… incluso en Ourense. España aún tardó dos o tres años en ingresar en la ONU, pero ingresó. Y Ourense recibió al nuevo obispo como si fuese Jesús entrando con el borriquito el domingo de Ramos. Reaccionario como pocos, sería, porque la sociedad evolucionaba, el primer obispo en decir una misa y predicar una homilía en gallego.

Fallecido mi padre, conservé bastantes informes y expedientes, entre ellos estos que sostienen este relato. Tenían para mi un valor sentimental pero al mismo tiempo venían a ser como piezas acusatorias de conductas de personas que ya no existían. En uno de los varios traslados de domicilio decidí quemarlos. Y los que conservaba, en un conato de incendio del laboratorio fotográfico que tenía, se quemaron con decenas de negativos y fotos.

Me hice viejo y sólo me va quedando la memoria, que no es poco.
 
Leer tus relatos es como escuchar a mis abuelos. Sobre todo al materno que era militar y de vez en cuando se le "escurría" alguna pequeña anécdota de aquellos años.
Como uno de los viajes de un convoy militar con camiones a gasogeno. Que tenían orden de arrancar a gasolina y después tirar todo el resto a gasogeno.
Y recuerdo que mi abuelo decía, "si llego a seguir las órdenes, todavía estábamos saliendo de Valencia. Aquello no tiraba ni cuando lo hacía bien." E hicieron todo el camino a gasolina.

Sobre el extraperlo, mi abuelo, siendo militar tuvo que recurrir al extraperlo para poder conseguir leche condensada para hacer leche para su bebé ( mi madre) esto era en el 48


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