3
PRÓLOGO
Para mí, que crecí a la vera del Camping Soto del Castillo de Aranjuez, siempre fue una necesidad
probar y vivir el mundo campista. Una de mis ocupaciones veraniegas de por entonces consistía en
recorrer en bicicleta los tres kilómetros que separan Aranjuez del Camping Municipal para bañarnos en
su piscina. Día tras día, verano tras verano, me iba ilusionando con ese mundo.
Crecí soñando que algún día tendría una caravana llena de pegatinas como la de la familia de Murcia
que “veraneaba” todos los años en el Camping de Aranjuez. Los viejos y amarillentos paneles de esa
caravana, tirada siempre por un destartalado Renault Gordini verde, los recuerdo como si los tuviese
ante a mí en este momento. El coche no me llamaba la atención, mi padre tenía un Ford Capri traído
de Alemania que era la envidia de mis amigos. La caravana si que me atraía. La veía como algo
inalcanzable.
En mis recuerdos también están las canciones de los Carpenters. En un pequeño magnetófono
Grundig, un matrimonio de alemanes, que todos los años por las mismas fechas venían a pasar aquí
sus vacaciones, las hacían sonar tantas veces que llegué a aprenderme las letras de algunos temas
sin tener ni idea de inglés. Llegaban siempre a primeros de julio y se iban cuando empezaba la feria de
Aranjuez, a primeros de septiembre. Un impresionante Mercedes blanco tiraba de una enorme
caravana cuya marca ni mucho menos recuerdo.
Mi sueño era llegar a adulto y comprarme una “rulot” como la de los alemanes y acampar en el
camping de mi pueblo a disfrutar de los tórridos meses de julio y agosto a la vera del, por entonces,
caudaloso río Tajo. Me prometí a mi mismo que cuando fuese mayor viviría ese tipo de vida y esa
forma de disfrutar de lo que la naturaleza nos ha dado.
30 años después, y con las ya viejas canciones de los Carpenters como música de fondo para recordar
aquellos años 70, yo era el protagonista de aquel sueño infantil. 30 años después, y también en un
caluroso mes de agosto, yo mismo iba camino de Francia por esas carreteras que, cuándo era
pequeño, imaginé algún día poder surcar con mi propio coche y mi propia caravana. Sólo una cosa
había cambiado de aquel sueño: la caravana había sido sustituida por una autocaravana.
El 19 de agosto de 2006, partíamos de Aranjuez para hacer nuestro primer gran viaje. Cargados de
ilusiones, deseos de ver cosas nuevas y, porqué no decirlo, también con cierto temor ante el nuevo y
desconocido medio de transporte, nos disponíamos a pasar 16 días en tierras francesas. Nuestra
pasión es viajar, pero siempre lo habíamos hecho en coche por España o en avión por el extranjero. A
pesar de la cantidad de años que habíamos esperado este momento (o uno como este), jamás
habíamos hecho antes un viaje de este tipo. Jamás habíamos viajado en caravana ni en autocaravana.
Jamás habíamos entrado a un camping a pernoctar y, por supuesto, jamás habíamos hecho un viaje
de más de cuatro mil kilómetros por carretera. A la vista de los precedentes esto os parecerá una
locura, ¿no? Más bien sí.
A nosotros cuando viajamos nos gusta descubrir rincones nuevos, auténticos, históricos y con encanto,
por eso habíamos decidido hacer nuestro estreno en Francia, y la verdad sea dicha, no nos ha
defraudado. Cada región, cada pueblo, cada calle es un lugar repleto de exquisiteces que van desde el
Mont Saint-Michel hasta Honfleur pasando por Etretat, Dinan, Saint-Malo o el Valle del Loira con sus
impresionantes y regios Castillos. Dieciséis días dan para poco ante tanta maravilla, por eso, esto que
vamos a relataros, es tan sólo una pequeña descripción del maravilloso viaje que hemos hecho por el
Patrimonio de Francia, del cual hemos podido disfrutar en este inolvidable viaje.
Aunque ya habíamos estrenado la autocaravana para salidas de fin de semana, esta era la primera
vez que hacíamos un viaje tan largo. Por lo antes expuesto, y porque Francia es el paraíso de los
campistas, teníamos claro cual sería nuestro primer destino. Aún así, en 16 días había que subir hasta
el Mont Saint-Michel, ver Saint-Malo, Dinan, las Playas del desembarco de Normandía, Disneyland
París y finalmente recorrer el Valle del Loira para visitar algunos de sus famosos castillos. Mucho que
ver para tan poco tiempo, pero había que intentarlo.