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Salimos de Málaga por autopista de peaje en dirección a Tarifa. Llegamos al
puerto justo cuando están terminando de cargar un barco. Rápidamente a la
Estación Marítima, presentamos la reserva en la taquilla correspondiente y nos
dejan embarcar aunque nuestro barco era el siguiente. Nos hacen entrar en la
bodega marcha atrás y siguiendo las indicaciones de cuatro o cinco operarios,
porque allí mandaba todo el mundo (¡¡), nos colocamos tal y como nos dicen,
hasta que llega uno que parecía era el que más mandaba y pretende que nos
arrimemos más aún a los mamparos del buque al “tio” sólo se le entendía
“májunto má junto”, y en qué mala hora le hicimos caso .
Dejamos la auto bien cerrada y subimos a una de las cubiertas interiores donde
nos encontramos una fila enorme de personas frente a un minúsculo mostrador
en el que, codo con codo, un policía marroquí y otro español, con mucha,
mucha calma van sellando pasaportes. Toda la travesía discurrió en un
estrecho pasillo, con un calor agobiante, rodeado de gente y sólo cuando
llegamos al puerto de Tánger nos correspondió turno de sellado. Moraleja: la
próxima vez disfrutaremos cómodamente sentados del viaje y al final, sólo al
final, cuando ya estemos atracando en destino, nos pondremos a la cola.
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