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Reanudamos la marcha por una autopista con muy poco tráfico, buen firme,
buen tiempo, varios peajes, numerosas patrullas policiales controlando la
velocidad: un guardia se esconde entre la vegetación de la mediana con un
aparatito manual, parecido a una cámara de vídeo, y unos metros más
adelante encuentras el coche con el resto de la patrulla extendiendo recetas a
los vehículos cazados. Repito, son muy numerosos los controles.
La autopista carece de vallas en gran parte del recorrido y es frecuente
encontrar personas, animales, carros, cruzando la misma. Recordamos viajes
anteriores y no perdemos de vista los puentes: a veces los moritos lanzan
piedras contra los coches que pasan por debajo y es que, como decía mi
pobre abuelo: “ no hay moro bueno”. (Esto es broma, lo mismo te puede
pasar en España).
Sin contratiempos pasamos Rabat por la circunvalación y seguimos dirección
Meknes. Dejamos la autopista y tomamos una especie de autovía con mucho
tráfico, numerosos cruces que cada uno toma como le parece, mucho camión
adornado con luces de colores, moritos en los arcenes vendiendo algo parecido
a figuritas de barro, con forma de pera y que no supe lo que eran, pero que lo
presentaban encima de unas tablas formando figuras geométricas.
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