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Rodeamos Meknes y salimos de la autovía por una carretera nacional, sin
arcenes, con líneas que nadie respeta, muchos tramos en obras, y dirección
Midelt. Ya es mediodía, llevamos varias horas conduciendo y apetece comer
algo. Paramos en uno de los pueblos por los que pasamos, se llama
Boufakrane y a un lado de la carretera se ven varios puestos de comida, gente,
humo, numerosos coches 4x4 españoles que sin duda llevan el mismo destino
que nosotros, ya que nos los encontramos en varios puntos del itinerario.
Vemos un local, con parrilla humeante en la puerta, unos cuartos de vaca
colgados de un gancho y detrás de un mostrador un par de operarios, el jefe y
el currito. El jefe ataviado con una bata gris con chafarrinones rojos,
posiblemente fuera blanca en sus orígenes, cortaba trozos de carne de la pieza
colgada y los introducía en una máquina picadora manual, al resultado le
añadía unas especias y le daba forma redonda, kefta, y las colocaba en la
parrilla, donde el currito se afanaba con el carbón tratando de darle el punto a
la carne. Pedimos un par de raciones, en bocadillo. Toma dos hogazas de pan,
las abre, coloca dentro los filetes, unas rodajas de tomate y unos trozos de
cebolla, los envuelve en papel de estraza y nos vamos a nuestra auto a dar
buena cuenta de ello, junto con una ensalada de nuestra cosecha y un vaso de
vino. Las dos “hamburguesas gigantes” 60 DH.
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