Festividad religiosa
        
        
          Mezquita del Cristo de la Luz
        
        
          Murallas
        
        
          Puerta de Bisagra
        
        
          Entonces y en épocas posteriores ,
        
        
          se fraguó la monumentalidad que hoy
        
        
          admiramos en la ciudad.
        
        
          Toledo se resiste a dejarse
        
        
          encasillar. No es castellana, no es
        
        
          occidental, tampoco oriental. Es
        
        
          simplemente una ciudad tipicamente
        
        
          mediaval, encerrada en sí misma. Una
        
        
          ciudad encerrada en un meandro del Tajo
        
        
          que por falta de espacio ha crecido hacia
        
        
          lo alto, superponiendo civilizaciones.
        
        
          El color de Toledo es el ocre de sus
        
        
          montes, su piel de ladrillo visto y
        
        
          mampostería. Su sonido, el del adoquin y
        
        
          el piar de vencejos que la sobrevuelan a
        
        
          las tardes bochornosas de verano. Su
        
        
          vida, tranquila y discreta.
        
        
          Para disfrutar de la ciudad imperial,
        
        
          hay que abstraerse a su rostro más
        
        
          comercial. Resulta inexcusable la visita
        
        
          de edificios tan señeros como las
        
        
          sinagogas del Tránsito y Santa María la
        
        
          Blanca, la Catedral o el templo mudejar
        
        
          de Santiago del Arrabal, pero también
        
        
          hay que dedicarse a descubrir otros
        
        
          Toledos bajo la costra de la historia,
        
        
          manumentales y literarios, no tan obvios,
        
        
          solo es cuestión de armarse de
        
        
          curiosidad y tiempo.