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Grand Rue
Seguimos el paseo por el camino de ronda que hay sobre la muralla; según vamos descendiendo las
vistas que hay de toda la bahía son espléndidas. Desde aquí podemos ver perfectamente nuestra
autocaravana y la gran cantidad de vehículos que van llegando a los distintos parking.
De nuevo volvemos a la calle principal. Como nos encanta el dulce, no podemos irnos sin probar las
famosas creps del Mont Saint-Michel. En una de las creperías que hay en la calle principal, compramos
una de chocolate y nos la vamos comiendo mientras bajamos; el experimento es todo un riesgo ya que
con tanta gente subiendo y bajando puedes acabar con la creps en el suelo o manchando a alguien. La
casualidad termina por no darnos la razón y lo anteriormente dicho no se produce.
Casi a la salida, y cuando ya nos marchamos, vemos muchos curiosos agolpados en la puerta de uno
de los restaurantes que pueblan la villa, se trata del famoso Restaurante La Mere Poulard. Desde su
pequeña entrada podemos ver la cocina y parte de sus salones.
Una gran cantidad de fotografías cubren sus vetustas pero cuidadas paredes; entre otros famosos,
están inmortalizados Jean Paul Belmondo, Margaret Thatcher, François Mitterrand o el escritor
americano Ernest Hemingway.
Tras cinco minutos de espera nos llega nuestro turno y podemos ver como se hace la especialidad del
lugar. En unos grandes cuencos de cobre, dos jóvenes empleados, ataviados con vestimentas rojas
típicas de la región, baten los huevos golpeando con los cucharones en los recipientes. Cada golpe es
rítmico y acompasado. Baten huevos y hacen música. Curioso. Cuando alcanzan el volumen deseado,
los huevos batidos pasan al fuego de leña para que se cocinen las exquisitas y famosas tortillas, como
no, francesas, de La Mere Poulard.
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