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Cogemos el ferry de Olderdalen – Lyngseide (288 coronas) donde damos cuenta de
unos buenos gofres con dulce de leche y luego el Lyngseide-Breivikeidet (222 coronas).
Son rápidos y no tenemos que hacer cola, “llegar y besar el santo”. Con nosotros suben
también varios autobuses de españoles y cuando estamos en la cafetería del barco una
señora me pregunta cómo viajamos nosotros; al responderle que en autocaravana la
pobre señora pone cara de pena y me dice -lo habréis pasado mal en Cabo Norte con el
frío...- Casi le doy un meeting sobre lo que es viajar en autocaravana pero el ferry es de
trayecto corto; seguro que la señora no se olvida de mi.
Me gusta subir a cubierta cuando el tiempo lo permite y ver la llegada a puerto;
cómo el paisaje va tomando nitidez y el barco se va haciendo cada vez más grande hasta
atracar.
Llegamos a Tromso y, además del puente que une las dos orillas de la ciudad, lo
que llama la atención desde lejos es la Catedral del Ártico. Aparcamos en una explanada
frente a ella y la recorremos por fuera. Tras el primer momento de curiosidad no me
llama mucho más la atención, aunque no le quito mérito a la imaginación de quien la
diseñó, y nos vamos a un parque cercano para que las niñas descarguen adrenalina.
Como empieza a llover, volvemos a la auto y nos vamos al puerto de la ciudad donde
pensamos que podremos pasar la noche. Mientras esperamos a ver si deja de llover y las
niñas juegan en la capuchina, aprovecho para hacer limpieza a fondo de la auto. Como
la lluvia no cesa y el lugar tampoco nos parece apropiado para dormir –ni bonito ni
tranquilo-, damos una vuelta por la ciudad con la auto y nos encaminamos a buscar un
lugar más adecuado. Aunque no le dedicamos a esta ciudad el tiempo que seguro se
merece, comprobamos que desde la carretera se observa una bonita panorámica de la
misma. Desde el puerto, además, también se obtiene una imagen imponente de la
Catedral y el largo puente. Me han gustado, además, sus casas de colores, la Plaza frente
al Puerto y su calle peatonal llena de tiendas. Al final nos quedamos en una tranquila
zona de descanso, fuera ya de la ciudad.
15º día. 23 de junio de 2006
Nos cuesta despegar los cuerpos de las sábanas y nos hacemos los remolones un
ratito. Al final, salimos sobre las once, dirección a las deseadas Lofoten. El cielo está
claro y bonito aunque ya hemos comprobado que los paraguas deben estar siempre a la
orden del día.
Antes de llegar al Supermercado Rimi donde paramos a comprar pan y dos
sencillas cañas de pescar para las niñas (179 coronas cada una), he visto un pequeño
zorro tumbado al borde la carretera ¡qué bonito! En el mismo centro comercial
adquirimos “la carná” para pescar. Las niñas y Antonio están encantados y ya hablan de
kilos de pescado congelado y de hacer hueco en la nevera. En fin ...
Está lloviendo y los kilómetros por esta carretera se hacen pesados ya que la
única vista es la de la montaña y el bosque a ambos lados. Al ser de un solo carril para
cada sentido la conducción, además, es lenta. En Bjerkvik paramos a repostar en la
segunda gasolinera Shell a la entrada del pueblo y, para quien necesite saberlo, al lado
hay un Supermercado Rema 1000.
Después de esta parada la carretera sigue siendo lenta pero empieza a ser mucho
más entretenida para nuestros ojos que vuelven a centellear con casitas de colores y el
apacible mar.
Paramos a comer a 155 kms. de Melbu, a un lado de la carretera con una
hermosa panorámica de pantalla fija. Pasamos el enorme puente que conduce a las
Vesteralen y el paisaje es muy hermoso. Estamos en la Isla de Hinnoya. Seguimos
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