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Día 4
Vuelta en la dirección de Risani para coger la carretera que te lleva a
Agdz, que hace solo un poco tiempo era pista y hoy se ha convertido en una
carretera bastante decente, hay que tener cuidado porque siempre hay un
control de policía vigilando para comprobar la velocidad, llenamos el depósito
porque en ese camino no abundan las gasolineras.
Pasamos las formaciones que ha dejado el tiempo en la dunas que se
han petrificado y tienen varios siglos, unas formaciones que me parecen
maravillosas y rodamos por la inhóspita carretera solo encontrando de vez en
cuando algún pastor que te hace la señal de estar sediento, paras para darle
agua y después te pide algo de comer, luego ropa y después cigarrillos, te da
realmente pena, pero me molesta la petición del tabaco, siempre ocurre lo
mismo, no se conforman con lo que le das, siempre hay que dar más y más y
además te lo exigen.
Hay una anécdota de uno sobre el tema, pararon para dar agua a uno
que con la mano en alto hacia ademán de beber, le dieron agua, después
comida, también bombones, que se refieren a caramelos, y más tarde zapatos,
luego el peticionario pidió unos pantalones y después un pitillo, cuando
encendió el cigarro, más ropa y el conductor cansado de que pidiera de todo le
dijo ¿y no quieres que te deje también a mi mujer para que duermas con ella?
La contestación del peticionario no la relata la historieta.
Bajamos y subimos por este lugar tan inhóspito y poco frecuentado
viendo algunas kabilillas donde se ofrecen venta de fósiles, algún que otro
rebaño de cabras y aunque por aquí se podría desviarse a Tazarine para ver
sus maravillosos grabados y pinturas rupestres policromadas, desde Alnif nos
dirigimos hacia Tinerghir por una espantosísima carretera a veces pista y a
veces los restos de un asfalto que debió haber alguna vez, continuamos hasta
llegar a esta población, que es la base para adentrarse en las gargantas del
Thogdra.
Así que nos dirigimos al Estanque Dorado y casualmente está
Mohamed con el que hablamos para la reserva del grupo, y nos invita a comer
unas salchichas picantes, pinchitos con patatas fritas que nos lleva el
personalmente, y nos dice que para nosotros no hacía falta ni reserva, que son
demasiados años de amistad.
Nos dirigimos hacia las gargantas en pleno corazón del Atlas y
paseamos, aunque hay muchísimo turismo que degrada el entorno poco a
poco, aun recuerdo cuando con mis hijos pequeños dormimos con un carro
tienda, y no había un alma, solo el hotel Yasmina donde cenábamos y nos
duchábamos con un agua glacialmente fría, al amanecer nos despertaban los
saludos de los kabileños que iban al zoco montados en sus burros y los alegres
carcajeos de los niños cuando les regalabas caramelos, tiempos maravillosos
cuando el río Thogdra se atravesaba en burro.
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