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El problema de esta ruta es la abundancia de controles policiales por
la proximidad del territorio argelino, que aburridos algunos, y otros que ven al
turista como una posible fuente de ingresos, te paran tropecientas mil veces,
unas para curiosear, por aburrimiento del servicio en zonas tan poco distraídas
y otras para pedirte pasaporte, permiso, carta gris o cualquier otra cosa y te
ralentiza bastante el camino creándote a veces hasta ansiedad.
Encontramos dos pastorcillos y paramos para darle a la niña una
muñeca que nos ha dado Macarena, la criatura cuando la cogió en sus manos
la miraba y la cubría de besos, fue una escena que jamás olvidaré, el niño,
mayor que ella nos miraba agradecidos y le dimos unas prendas de ropa que
agradeció muchísimo.
Me da vergüenza dar cosas que no me son útiles ni las quiero para
nada, al contrario me estorban en los armarios ocupando un sitio precioso para
las nuevas compras y hay gente que se considera solidaria por dar aquello que
no quieren, que le regalan, que hasta le sirve de distracción en el viaje, el dar
el cúmulo de cosas inútiles, que son preciosas para esas pobres gentes, me
siento avergonzada de que me den las gracias.
En Buarfa sería posible pernoctar, pero no hay nada que ver y es una
ruta demasiado larga, aunque desconocida.
Nos ha parado en la ruta varias veces la Poli y pedido el pasaporte,
buscan “rasca” pero con Enrique lo llevan claro, hay tantos mehanis por la
proximidad de Argelia. Pasamos por un precioso caravasar con jaimas y pozos.
Paro en un río que trae un hilo de agua para darle a una mujer una bolsa de
ropa usada, sigo sintiéndome mal por no dar algo que me duela el bolsillo, dar
esas cosas no es ni siquiera caridad, pero las aprovechará.
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