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Nos comemos un bocadillo y fruta de la que traemos y repartimos con
Abdul ya que por donde nos encontramos sería imposible ni siquiera beber
trago de agua.
Después nos acercamos a las minas, el camino terrible, pleno
desierto, si nos abandonara Abdul no sabríamos ir a ningún sitio aquí se acaba
el tiempo y el espacio.
Al llegar, unos hombres salen para acompañarnos por si nos interesa
entrar a ver las galerías, yo declino la invitación, y Enrique entra, al fin y al
cabo es su profesión y luego me cuenta que son antiguas minas de la que
explotaba Francia y ahora los habitantes cercanos manualmente sacan el
mineral que pueden.
Más tarde volvemos desierto a través y vemos las píceas en flor de
un brillante color amarillo, realmente hermosas, y lo maravilloso que se debe a
las inundaciones de Noviembre pasado ya que hacía años que no se podían ver
por la falta de humedad.
Volvemos a Erfoud al caer la tarde y paseamos por el centro
saludando a gente que conocemos después de tantos años, compramos pan
para cenar en la Ac, noche que continúa con el croar de las ranas como sonido
de fondo, y por techo ese inmenso cielo tachonado de estrellas.
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