Creo que todos tenemos una relación curiosa con el mar...
A mi me da mucho respeto, miedo incluso. Si nado, he de hacerlo con las gafas para ver que se cuece por ahí abajo, porque como me roce un plástico, alga o lo que sea, me voy para orilla a toda pastilla...
Me gusta mucho coger la piragüa de vez en cuando, pero en zonas donde la roca pueda rozarla por debajo o en días de mucha ola, cuando no se puede gobernar bién, no estoy a gusto. No es de esas autovaciables y si le entra agua en la bañera se va a pique...
Una anécdota. En el canal del estrecho, solíamos ir a pescar en una zona de roqueo que tenían mi padre y sus amigos localizada. Yo tenía menos de 13 años, inconsciente, cuando me hartaba de estar sujetando el hilito, pedía baño. Entonces nos dábamos unos chapuzones de esos de los de recordar toda la vida, el agua transparente dejaba pasar los rayos solares hacia el fondo (a unos cien metros), haciéndo líneas paralelas y fugaces, fresquita y tonificante tras estar horas sin moverte del mismo sitio en el bote, con el sol calentándote la espalda... En una de esas, el patrón nos dijo -
¡a cubierta, tiburones!-, así que nos dimos toda la prisa que pudimos para subir por una escala de gavillas de hierro, que se hincában en las plantas de los piés. Tras unos minutos, comenzó un zumbido y se intuía movimiento en el horizonte, como si el agua comenzara a hervir... Enseguida aparecieron una docena de escualos, que no hacían mas que huir de los cientos de delfines que hacían el efécto descrito... ¡Nunca había visto un espectáculo tan increíblemente vello! Delfines y delfines rozando la embarcación durante minutos, en silencio, mostrando su lomo... Una vez que pasaron, se acabó la pesca claro, pero hasta entonces pescamos muchos sargos y besugos de dos kilos... Se acabaron pero nosotros ya habíamos pescado para un regimiento (éramos seis).
Lo más grande que he visto en mi vida, no fuéron sólo los tiburones, asistí a la pesca (tendríais que ver las manos sangrantes de los afortunados), de un congrio de 35 kilos, pesados en la báscula del Club Náutico de Fuengirola a la vuelta y que sirvió para un buen montón de tapas... Visitad este enlace los que no sepais que pez es:
Congrio.
Yo desde mi inocencia, cuando decía el amigo, -¡esto es un cóngrio y de los grandes!- no tenía ni idea de que se trataba, cuando lo vi con esos dientes amenazantes y al pescador dándole con un bate de beisbol en la cabeza para matarlo, me iba a dar algo... Al subirlo no hacía más que dar coletazos y ocupaba todo el lateral de la barca... En fin, toda una experiencia que no se me olvida.
Después, desde mi mili en ese barquito de vela que todos conoceis, también viví alguna tempestad de esas de pánico, pero bueno eso para otro día.
Quizás la relación amor-miedo con el mar en mi caso, se deba a estas aventurillas, pero el caso es que me atrae...