Sería bueno recordar brevemente el pasado para explicar mejor el presente. Las AC es un vehículo que si bien tiene su historia, no despegó hasta este siglo.
Para entonces, especialmente en España, el campismo tenía un consolidado carácter popular, en su acepción más peyorativa. O dicho de otro modo: era un “turismo de pobres”, una forma de “quiero y no puedo”. Podría recordar conversaciones del tipo “mira que irse a malvivir quince días a un camping para poder presumir de moreno…, para eso yo me quedo en mi casa”. Esa ha sido la percepción que durante décadas se ha tenido del campismo.
Para cuando llegó el autocaravanismo, las cosas ya estaban así y parece razonable pensar que sus usuarios no quisieran ser asimilados a nada que tuviera que ver con el campismo. Y me refiero al campismo del pasado siglo, porque el actual ha cambiado y la percepción que se empieza a tener también es diferente: el glamping comienza a surtir efecto. Pero, una vez más, la mentalidad de la gente va por detrás de los acontecimientos.
Volvamos a finales de los 90. Las AC eran anecdóticas y tenían libertad para moverse y estacionar donde quisieran. Esa era su principal ventaja: las ciudades no estaban tan saturadas de tráfico y el turismo de fin de semana no era tan masivo. Y la fórmula funcionó. Y sea por “envidias” comerciales (campings, hoteles, restaurantes, etc…) o particulares, en determinados lugares –normalmente los más frecuentados- decidieron ponerles las cosas más complicadas (intuyo que con la única intención de fastidiar tan inteligente forma de viajar), prohibiéndoles el estacionamiento al que como vehículos que son, tienen perfecto derecho.
La tropelía de privarlas del derecho a estacionar como a cualquier otro vehículo deja mala conciencia en aquellos que deciden aplicarla, que se ven en la obligación de facilitar alguna salida. Y así se llega a los aparcamientos de AC y áreas.
Objetivamente, las áreas son “un parche” para una disputa económica. En el fondo, cuando un autocaravanista dice que “no le gustan los campings”, lo que verdaderamente está diciendo es que no quiere pagarlos. Porque gustarles, si les gustan… otra cosa es que se arreglen con menos servicios, porque con un lugar donde estacionar, la mayoría de las veces es suficiente. Es obvio que un camping siempre será más silencioso, seguro y cómodo, y tendrá más y mejores servicios que un área. Lo que no les gusta es su precio.
Y de esas “tensiones” por un lado con los ayuntamientos por sus prohibiciones y por otro con los campings por sus precios, nacen como “solución” la implantación de áreas. Y es que en cualquier pueblo hay una explanada susceptible de ser habilitada como área de AC con un coste ínfimo.
¿Cuándo vienen los problemas? Cuando se masifican las áreas especialmente ¡qué casualidad! las gratuitas o semi-gratuitas. Llegados a ese punto, todo el mundo quisiera tener su plaza y cuando se saturan, se producen los incidentes.
Por tanto existe una pugna digamos “territorial”, por el espacio físico, en el que alguien ha decidido (o se pretende que decida previamente) que las AC tienen un derecho exclusivo. No se trata más que de eliminar competidores en el sentido más primitivo del término.
Para mí son esos dos los factores principales de la división que fomentan los usuarios de AC: no quieren ser asimilados a las CV por cuestiones de imagen y no quieren que haya CV en las áreas por cuestiones de “territorio”.
Hay también algunos elementos estratégicos que se pueden comentar y que tienen su peso. El sector de la AC tiene una pugna con el sector del camping, a cuenta de quien impone los precios a quien. Y al creciente aumento de áreas de AC el sector del campismo responde con la disminución de plazas para elementos móviles con la instalación de bungalows. Y en esa pugna, el sector de la AC intenta contener las quejas del sector del camping alimentándolo del sector de la CV, cerrándoles (o intentándolo) las puertas de las áreas.
Por otro lado, y de cara a sus negociaciones con ayuntamientos y demás administraciones, les interesa presentarse como un sector de “alto poder adquisitivo” y “turismo de calidad” que los diferencie y aleje lo más posible de la imagen de “turismo de pobres” con que se asoció el campismo durante muchas décadas.
Finalmente, y tal vez el factor más importante para que no exista unión entre asociaciones de AC y de CV es que son más importantes en este momento los problemas que separan nuestros intereses que los comunes que nos podrían unir. No se me ocurre que las CV tengan ningún “gran problema”, más allá precisamente del de poder compartir las áreas de AC, de tal modo que la única oferta del sector CV sería del tipo “¿queréis que os apoyemos para tener más áreas? Compartidlas…” Y la respuesta a esa pregunta es incierta.
A grandes rasgos, creo que este es el panorama actual: clasismo, no ya de los usuarios de AC, sino de la sociedad en general que tiende a clasificar, etiquetar a las personas; masificación, por la popularización de las AC y del turismo de masas y de fin de semana; y egoísmo.
Sin embargo, cuando descendemos al caso en particular, lo cierto es que veo frecuentemente compartir CV en áreas sin ningún problema, que yo sepa. Sólo en los casos de áreas masificadas, he oído –repito, de oídas- que ha habido algún incidente.
También es verdad que la presencia de CV en áreas es, por el momento, meramente testimonial, por lo que estoy seguro –creo conocer lo suficiente la condición humana- que si la presencia de CV en áreas fuera de 50/50 el escenario no sería de armoniosa convivencia, sino de guerra abierta.