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El viento que nos acompañó desde que salimos de Ait Benhadou se ha
transformado en ventisca y la temperatura ha bajado mucho. Encontramos
nieve y hielo en las cunetas y la marcha se hace muy lenta, mejor, porque el
panorama que se nos presenta según subimos es impresionante: montañas,
rocas, valles allí abajo con su correspondiente riachuelo, a veces iluminado por
algún ocasional rayo de sol. Ni un solo coche en la carretera, nadie, hasta que
saliendo de una pronunciada curva vemos que hay un hombre en mitad del
asfalto haciendo señas de que paremos, cuando llegamos a su altura vemos
que lo que quiere es vendernos unos minerales, muy llamativos, pero se nota a
la legua que están pintados de rojo
Cuando llegamos a la cumbre del puerto, aún es de día, hace frio y sopla una
fuerte ventisca.
Los comercios de fósiles, aparentemente cerrados. De uno de ellos sale un
moro, corriendo en dirección a nosotros, que nos hemos detenido para hacer
unas fotos. Ya que no queremos comprarle nada se empeña en que le
regalemos algo, lo que sea, ropa, aspirinas, calzado. Como ya sabemos de qué
va el asunto, antes de bajar de la auto me pongo al cuello una llamativa
bufanda, de colorines, que yo sería incapaz de usar aquí en España, y
haciendo muchos aspavientos como si me diera mucha pena perderla, se la
doy, iluso de mí pensando que nos dejaría en paz, pero no, el moro no era
bueno, cuando toma la bufanda me dice que es muy buena, que le gusta
mucho y que me tiene que dar algo a cambio, yo que no quiero nada, que me
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