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Continuamos paseando por un Paseo Marítimo lleno de baches, charcos, con
edificios cuyas fachadas se caen a pedazos, con solares convertidos en
aparcamientos ó en vertederos. Todo muy descuidado. Pasamos por delante
de las oficinas de la naviera FRS y no lo dudamos mucho, entramos y nos
aseguraron que aunque teníamos los billetes de vuelta para el día siguiente,
podíamos cruzar hoy mismo el Estrecho.
Decidimos despedirnos como Dios manda de la gastronomía marroquí y
entramos a comer en un pequeño restaurante, de aspecto muy típico. Lo vimos
muy limpito y ordenado, con gente muy arregladita, así que nos sentamos y
pedimos un Cus-cús Royal. Muy bien, riquísimo. Pero sólo cuando salíamos
nos dimos cuenta de que el restaurante no era marroquí sino libanés.
Cuando terminamos de comer, seguimos pensando que nos vamos para
España, que esta parte de Marruecos no nos gusta. Paramos un taxi, de los
pequeños, que por lo que marque el taxímetro nos lleva al camping. Aceptamos
y nos lleva por la carretera de la costa, por la de los Palacios, realmente un
paseo muy agradable. El taxista nos aclara que el fenómeno de los chavalitos-
asalta-caravanas no tiene remedio: son niños sin familia, la mayoría, y la policía
no puede hacer nada por evitarlo. El coste del trayecto es de 45 dh.
Cuando llegamos al camping llueve a cántaros, recogemos lo más rápidamente
posible, pagamos los 120 dh por la pernocta y salimos zumbando hacia el
Puerto. Gracias a la intensa lluvia, los semáforos se ven libres de moritos, por
lo que sin más contratiempos que un ligero despiste por las obras, llegamos a
la zona portuaria con las últimas luces del día. Atravesamos las verjas y ya se
divisan dos barcos dispuestos a partir, uno para Algeciras y otro para Tarifa, el
nuestro. Pero aún hay que salvar el escollo de la Aduana.
Colocamos la auto en la fila y vemos como se acercan dos individuos con unas
credenciales en el pecho de la Compañía FRS. Ante mi evidente desconfianza
insisten en que efectivamente son de la FRS y que me van a facilitar el tramite
de canje de billetes. Las credenciales son falsas, no son de la naviera y lo
único que quieren es dinero por facilitarte los trámites de salida.
Hay pocos vehículos esperando para embarcar. Apenas tenemos delante dos
turismos y una furgoneta. Los aduaneros se emplean a fondo con ellos,
llegando a desmontar paneles de la tapicería de uno de ellos. A otro le
“obligan” a regalarles parte de las mercancías que llevan, sin duda para algún
comercio en España. Dejo la auto en buenas manos y me acerco a la ventanilla
a tramitar la salida, entrego los pasaportes y los impresos, ningún problema,
todo correcto. Le doy al funcionario las copias de los impresos de la
Importación Temporal de Vehículos y me dice que no, que esos no los quiere,
que me vuelva al coche y espere.
Entretanto llegamos al límite que marca la barrera. Nos toca ser
inspeccionados y visto el tratamiento dispensado a los que iban delante de
nosotros, nos tememos lo peor. El policía solicita subir a la auto. Le
franqueamos la entrada al habitáculo y la cara de amargado que tenía se trucó
en una abierta sonrisa. Se quedó como tonto mirando las ricas alfombras, las
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