Repuestas las fuerzas entramos
en la tienda donde compramos perros de peluche a cientos: que si para tal, que si para
cual... Tras las compras continuamos hasta el lado italiano. Después de andar poco por
un nevero recordando la época de críos fuimos a “ver” los puestos. Yo que creía que
habíamos comprado todos los perros de peluche del mundo, pues no, aún compramos
unos cuantos más.
Completadas las compras seguimos camino a Aosta llamada la Roma de los
Alpes por la cantidad de monumentos romanos que conserva. Al salir del coche
sentimos como una bofetada de calor: acostumbrados al agradable estar del puerto el
bajar a Aosta fue tremendo. Ni una supercerveza nos alivió el calor. Paseamos junto al
antiguo teatro romano, hasta llegar al arco de Augusto por la calle más importante de la
ciudad: llena de tiendas de recuerdos donde lógicamente entramos y compramos.
Tras la visita, de vuelta hacia Chamonix, nos dirigimos hacia el último pueblo
italiano,
Cormayeur,
donde
cenamos una pizza que estaba
buenísima. Finalmente pasamos
por el túnel del Mont Blanc ,de
peaje y caro, cogimos billete de
ida y vuelta (45 €, válido para
una semana) porque así salía mas
barato y ya anochecido llegamos
al camping.