contemplar esta pintura, que se encuentra en una capilla aparte dentro de la
Iglesia, hay que pagar 3 euros, pero puedes ver una copia exacta en
fotografía en una de las capillas laterales, donde hay un señor muy viejito
que las explica maravillosamente a los grupos de turistas dando una propina.
Enfrente se encuentra la casa del gremio de los albañiles del siglo XVI, cuya
fachada apareció en 1976 tras unos trabajos de transformación en unas
fachadas sin interés que la tenían tapada. A unos pocos metros se encuentra
el Skkel, casa de una familia acaudalada, como indica su elevada torre.
El ayuntamiento impresionante con sus dos estilos arquitectónicos: el gótico
flamígero y el renacentista italiano.
La Vrijdagmarkt, plaza enorme donde se realizan las fiestas en Gante.
El castillo de los Condes de Flandes, sorprendente castillo medieval en el
centro de la ciudad, donde hay una colección de instrumentos de tortura.
Bueno, podríamos ir enumerando todos los edificios y plazas tan hermosas
que tiene, pero baste con decir que nos encantó.
Ya cuando habían cerrado todos los monumentos y con tan buen sabor de
boca, improvisamos y decidimos ir a Oostende, para ver el mar del norte.
Nos llovió un poco por el camino y se quedó una tarde plomiza y otoñal.