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Hay un buen trecho hasta allí, y de camino nos encontramos a un ciclista bilbaíno que nos avanza las colas
que vamos a encontrar para poder cruzar a la isla, así que nos armamos de paciencia para ver qué
encontramos.
Enseguida llegamos al embarcadero y vemos ya
una cola considerable que cada vez crece más,
pero para nuestra sorpresa no pasamos allí más
de media hora, ya que va bastante rápido.
Así que en un plis plas ya estamos sentados en el
barco, que tardará 10 minutos en cruzar a la isla.
Escogemos la opción de ir y volver, ya que la otra
es dar una vuelta entera a las islas en 45 minutos,
pero nosotros preferimos recorrer la isla en
bicicleta.
Una vez allí, alquilamos unas bicicletas por un precio bastante razonable, y pasamos el día recorriendo los
rincones de la bonita isla.
Paramos a comer unos bocadillos caseros en el faro de Paon, que es la punta situada más al norte de la
isla, donde se disfruta de unas bonitas vistas.
La isla está bastante llena de gente, pero no da la sensación de aglomeración, excepto en algunas zonas
más pobladas, pero en general, los peatones respetan bastante a los ciclistas y viceversa.
Retornamos las bicicletas, y al coger el barco de vuelta nos damos cuenta de que la marea ha subido
considerablemente, ya que no hay ni rastro de la pasarela que hemos recorrido al bajar del barco por la
mañana. Es muy curioso el tema de las mareas.
Volvemos hacia el camping, previa parada técnica para merendar en
boulangerie,
y de vuelta estamos
bastante agotados, ya que ha sido un día muy cansado con las bicicletas todo el día al sol.
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