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Nos animamos a dar un paseo hasta el castillo, por en medio de varias pasarelas que más tarde estarán
cubiertas por el agua de la marea alta, o al menos eso descubriremos luego.
Todo el suelo está sembrado de mejillones por todas partes. Hay gente que los coge. Nosotros, por
prudencia no lo hacemos. Entre mejillón y mejillón, alguna ostra o algún cangrejo.
Entre paseos, playa, rocas y fotos aquí y allá, llegamos hasta el pequeño castillo que está en lo alto de un
pequeño monte, escalando por las rocas y desde allí alcanzamos a ver las mejores vistas. La panorámica
vale mucho la pena.
Tanto, que sin darnos cuenta, cuando empezamos a bajar para volver a la playa, descubrimos que vamos
a pasar por los pelos. La marea ya está subiendo, y la pasarela por la que hemos de cruzar ya está
inundada.
Por suerte, no somos los únicos, y vemos a dos señores con un megáfono, que al parecer están allí para
avisar a las personas que queden por allí
que vuelvan ya, y para que no pase
nadie más.
Así que nos descalzamos y nos
remangamos para pasar. Impresiona un
poco, porque aunque el agua no pasa de
media pierna, la corriente va siendo más
fuerte, y mientras vas pasando vas
notando como va subiendo. Esta vez
hemos tenido suerte, glups! Por los
pelos pasamos.
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