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Uno, es el Fort La
Latte, que es un
castillo muy bien
conservado, en el que
hay
que
pagar
entrada,
pero
la
verdad es que merece
mucho la pena por lo
bonito que es, y por
las
espectaculares
vistas que ofrece
desde arriba a los
acantilados de ambos
lados de la costa, ya
que está situado
estratégicamente.
Lamentablemente el tiempo esta vez no nos acompaña, ya que ha estado lloviendo toda la tarde, aunque
solo llovizna, pero ha refrescado un poco.
Aun así a nosotros eso no nos frena. Al final te acabas acostumbrando, equipándote con el modelito lluvia
y los paraguas si aprieta un poco.
Después visitamos el segundo punto interesante, que es el cabo Frehel propiamente, en el que hay un
faro, y un saliente de acantilados al mar, que da mucha impresión, sobre todo porque además de lloviznar,
hace un viento bastante fuerte, así que la excursión es bonita y arriesgada a partes iguales.
En cualquier caso, las vistas no decepcionan. Grandes acantilados verdes que se asoman abruptamente al
mar,
en
una
mezcla de colores
verde, marrón y
azul,
y
las
agresivas nubes
grises
como
techo.
Una pena no verlo
con
un
día
soleado (es lo que
hay), que solo
asoma a ratos,
aunque
así
también
impresiona.