El viaje en barco dura algo más de una hora, tiempo en el que puedes estar en las cubiertas
del barco o en el interior, donde hay cafeterías, restaurantes, tiendas y zonas de asientos. No
hay ningún problema para llevar un picnic y comer en el barco. De todas formas, la comida y
bebida que venden a bordo no son especialmente caras.
Al llegar a Inglaterra la señalización es muy buena, incluso te insisten varias veces en que
recuerdes que tienes que conducir por el lado izquierdo. Con la ayuda del navegador llegamos
al camping sin ningún problema. Estuvimos en el camping Black Horse Farm, de Folkestone.
Éste era nuestro primer contacto con los campings ingleses y con el Caravan Club. La primera
impresión fue realmente buena; ya habíamos leído que el concepto de camping es diferente, se
valora mucho la amplitud y la separación entre las caravanas, normalmente no hay separación
física entre las parcelas. En el Caravan Club insisten en la colocación correcta de la caravana y
el coche, con un único punto de referencia que es el pequeño cartelito del número de parcela
que está clavado en el suelo; en nuestro caso, al tener la puerta en el lado contrario,
colocábamos el coche al revés que ellos, pero nadie se molestó por eso.
Este primer día, además con una hora de regalo por la diferencia horaria, comimos en el
camping y cogimos un autobús para ir a Canterbury. Una ciudad muy bonita, pero que
prácticamente tiene sólo la catedral como atractivo turístico. Y la catedral parece que la tienen
bien escondida para obligar a pagar por la visita. Así que la vimos un poco de lejos.