El recorrido dura hora y media y hay que subir la friolera de 700
escalones de ida y otros tantos de vuelta por un camino totalmente
helado, entre estalactitas de hielo y figuras caprichosas que forman los
témpanos. La oscuridad es casi total, solo la poca luz que alumbran las
lamparillas y las antorchas que el guía enciende en determinados
lugares, hacen surgir voces de asombro de los visitantes. Es algo que no
se puede describir.
Lógicamente está totalmente prohibido hacer fotos, al menos con flash.