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19º día. 27 de junio de 2006
Cometemos el error de no fijarnos en el parquímetro que había al final de
nuestra calle y cuál es nuestra sorpresa cuando despertamos a la mañana siguiente y
vemos la multa de 40 euros que nos han puesto. En fin, todo no puede ser perfecto.
Volvemos a la Plaza Principal para perdernos en el mercado donde venden
absolutamente de todo: muebles, cosas antiguas, flores, comida preparada asiática -muy
común por aquí-, ropa, chuches, pasteles -de éstos, como bien sabéis, dimos cuenta-,
sillones relajantes, libros, artículos de tupperware e, incluso, animales. Fue muy
entretenido y no nos perdimos detalle.
Sobre las dos ponemos rumbo a Andalsnes. Paramos en un área y proseguimos
sobre las cuatro y media. La carretera discurre a lo largo de un río y todo está verde. Las
montañas siguen teniendo zonas nevadas que crean hilos de agua, miremos donde
miremos, vemos pequeñas cascadas. Aunque ahora llovizna, el paisaje no deja de ser
muy bonito y las nubes también le dan un toque especial. Ahora las casas son de madera
oscura, casi negras y es común ver sus tejados cubiertos de hierba para no perderse con
el entorno; el resultado no deja de ser, como menos, curioso. 45 kms. antes de
Andalsnes sale el sol y cesa la lluvia con lo que el paisaje brilla en todo su esplendor.
Paramos en el área que tiene la entrada a Trollvegem para cenar y que las niñas
disfruten en el parque. Estamos a 12ºC y, la verdad, el frío es helado. Cenamos rápido y
seguimos dirección Andelsnes para buscar una gasolinera y un lugar donde pasar la
noche. Creo que este tramo de carretera sólo ha sido un aperitivo de lo que nos espera
en los dos próximos días ¡ya tengo ganas! Dormimos en una explanada, junto a un
centro deportivo de la ciudad. Ah, a la entrada de la misma vemos un camping que está
muy bien situado.
20º día. 28 de junio de 2006
Nos despertamos demasiado temprano y el día, para variar, está nublado.
Estamos ansiosos, así que no nos entretenemos mucho y con las niñas aún durmiendo,
ponemos rumbo a la Carretera de los Trolls.
La carretera es una maravilla, las montañas están cubiertas de hielo y las
cascadas se suceden continuamente ¡esto es precioso! La primera caída de agua que se
ve desde abajo, donde se cruza el puente de la típica foto, es la envidia de todas las
demás. Aunque esta carretera tiene muchísima fama, no debe ser por su peligrosidad
sino más bien por la belleza que esconde. Sólo tiene tres o cuatro ensanchamientos
donde puedes parar a hacer fotos pero la experiencia es fantástica, merece mucho la
pena (vemos a una caravana en ella, así que ya sabéis).
Ahora entramos en la zona de cultivos de fresas y los lugares donde
comprarlas son muy numerosos, así como las extensas tierras donde crecen. Paramos a
desayunar y a arreglar a las niñas junto a la zona de embarque de Linge. Cogemos el
ferry para Eidsdal a las 11,45 horas (pagamos 167,60 coronas).
El trayecto es un abrir y cerrar de ojos y queremos aprovechar la buena
temperatura que tenemos y el sol tan espléndido para subir al mirador de Dalsnibba,
desde donde divisaremos Gieranger en las alturas. Si el día sigue así de bueno también
cogeremos el ferry para Geiranger, ya veremos.
El trayecto con el ferry no dura ni diez minutos y cuando salimos del barco un
montón de gente está pescando en el embarcadero. A Antonio vuelven a entrarle ganas
de probar de nuevo y nos paramos en un valle precioso junto a un río, pero no tenemos
éxito. La postal es, simplemente, embriagadora.
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