Cuando llegamos al ferry que nos llevará a Hellesylt y con el que tendremos la
suerte de navegar por el Geiranger no tenemos que esperar nada, tal como nos viene
pasando con todos los que hemos cogido. Hace un día tan claro que vemos con total
nitidez las cimas de las montañas y disfrutamos del sol como lagartos. El trayecto en
ferry lo hacemos con la compañía de “la familia del puro” con los que intercambiamos
información de lo que hemos hecho en los días anteriores. El ferry nos cuesta 538
coronas pero merece la pena aunque sólo sea para poder dar tu opinión después. El
trayecto dura poco más de una hora y nos van indicando dónde mirar para ver lo más
interesante.
Todos juntos hacemos el camino hasta Stryn entre montañas y bosques. El día
ha sido perfecto en todos los sentidos y para más inri, el sol sigue luciendo en un cielo
celeste totalmente limpio. Sólo tenemos 50 kms. a Stryn y los hacemos disfrutando de
lo que nos ofrece. Paramos en un área con servicio de vaciado y llenado ¡ojalá en
España también lleguemos a esto algún día!.
Un poco después de Loen, paramos en una zona de descanso con vistas al
fiordo, mesas de madera, bancos y un césped verde y mullido invitándote al “tumbing”
–hay que ser educados y no desperdiciamos esta oportunidad-. Cenamos con nuestros
amigos y aunque siempre se muestran interesados por nuestro siguiente destino,
nosotros no queremos que su marcha se vea afectada por nuestro ritmo que, con dos
niñas, siempre es más lento así que les insistimos para que ellos vayan delante.
21º día. 29 de junio de 2006
Nos levantamos temprano porque estamos muy ilusionados por ver el glaciar y
nos ponemos en marcha enseguida. Atravesamos el hermoso Valle de Olden, un
verdadero paraíso que tenemos la suerte de contemplar con rayos de sol brillando fuerte.