

Se puede subir al castillo en coche. Nosotros decidimos hacerlo caminando dando un
pequeño paseo desde el barrio antiguo. Sólo es una pequeña cuesta. Gracias a eso descubrimos
un pequeño huerto urbano, muy cuidado, en mitad de una calle. Curioso. En vez de un jardín, un
pequeño huerto y, además, muy bien cuidado.
Pequeño huerto urbano en mitad de una de las calles.
La entrada al castillo cuesta 4,5 €. La joven que atendía el museo, nos explicó
amablemente cómo hacer la visita. En el interior del castillo no admiten perros, así que esta vez
se quedó mi hijo con Nela. Mientras visitábamos el museo, la joven que lo atendía, salió al patio
con un cacharrito de agua para Nela. ¡Así es Eslovenia, todo amabilidad! Al menos la Eslovenia
que nosotros hemos encontrado.
El tiempo amenazaba lluvia, y habían
pronosticado posibilidad de tormenta. Nos
cogió justo buscando el restaurante que nos
había recomendado un vecino del pueblo con
el que estuvimos hablando. Nos tuvimos que
refugiar en el primer sitio que vimos. Aunque
no era restaurante, la joven que atendía el bar
me comentó que tenían muy buena relación
con un restaurante vecino y que, si queríamos,
nos traerían la comida de allí para no tener que
desplazarnos. Nos dejaron entrar con la perra
al interior sin ningún problema. Al traernos la
carta del restaurante de al lado, no la vimos
mal de precio y decidimos no movernos de allí,
ya que además tenían wifi gratuito y nos venía
muy bien en ese momento. Debo decir que comimos de maravilla y a un precio bastante
razonable.
Skofja Loka