

Londres y el sur de Inglaterra
Página 121
El archiduque había estado inspeccionando las fuerzas armadas imperiales de su tío en Bosnia y
Herzegovina, a pesar de la amenaza de los nacionalistas serbios que querían que estas tropas se
unieran a la Serbia recién independiente.
Austria-Hungría culpó al gobierno serbio del ataque y creyó encontrar la excusa para terminar con el
auge del nacionalismo eslavo, de una vez por todas. Sin embargo, como Rusia apoyó a Serbia, la
declaración austro-húngara de guerra se retrasó hasta que sus líderes recibieron garantías del Káiser
alemán, Guillermo II, de que Alemania apoyaría su causa en el caso de una intervención rusa.
El 28 de julio, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, y la tenue paz entre las grandes potencias
de Europa se derrumbó. El 29 de julio, las fuerzas austro-húngaras comenzaron a bombardear la
capital de Serbia, Belgrado, y Rusia, aliada de Serbia, ordenó una movilización de tropas contra
Austria-Hungría.
Por su parte Francia, aliada de Rusia, comenzó a movilizar sus tropas el 1 de agosto, y dos días
después le declaró la guerra a Alemania. Después de cruzar a través de Luxemburgo -que se declaró
neutral-, el ejército alemán invadió Bélgica en la noche del 3-4 de agosto que provocó la Gran
Bretaña, el aliado de Bélgica, a declarar la guerra contra Alemania.
Patriotismo y euforia
En su mayor parte, los ciudadanos de Europa saludaron el estallido de la guerra con júbilo, creyendo -
muy equivocados- que sus respectivos países saldrían victoriosos en pocos meses. De los que
comenzaron la guerra, Alemania era el país más preparado y sus líderes militares habían diseñado
una estrategia llamada el Plan Schlieffen, que contemplaba la conquista de Francia mediante una
gran ofensiva de pinza a través de Bélgica y el norte de Francia.
En el caso de Rusia, su lentitud para movilizar a las tropas, propició que se mantuvieran ocupados por
las fuerzas austro-húngaras, mientras que Alemania atacaba a Francia. El Plan Schlieffen de los
germanos fue casi un éxito, pero a principios de septiembre, el ejército francés se recuperó y detuvo
el avance alemán en la sangrienta batalla del Marne, cerca de París.
A finales de 1914, más de un millón de soldados de diversas nacionalidades habían sido asesinados
en los campos de batalla de Europa, y ni los Aliados ni las Potencias del Eje veían cercana una
victoria final. En el frente occidental - la línea de batalla que se extendía por el norte de Francia y
Bélgica - los combatientes se establecieron en las trincheras, dispuestos a una terrible guerra de
desgaste.
En 1915, los aliados trataron de romper la situación de punto muerto con una invasión anfibia de
Turquía, que se había unido a las potencias centrales en octubre de 1914, pero después de una
carnicería de pérdida de vidas, los aliados se vieron obligados a retirarse a principios de 1916.
Fue este año, 1916, el que contempló las grandes ofensivas por parte de Alemania y Gran Bretaña a
lo largo del frente occidental, aunque ninguna de las dos potencias lograron una victoria decisiva. Por
el contrario, en el este Alemania sí tuvo más éxito, y causó terribles pérdidas humanas en el
desorganizado ejército ruso, lo que terminó por empujar el estallido de la Revolución Rusa en 1917.
A finales de ese 1917, los bolcheviques habían tomado el poder en Rusia y abrieron de inmediato una
negociación de paz con Alemania. Finalmente, en 1918, el masivo despliegue de tropas y armamento
estadounidense en el frente occidental, terminó por inclinar la balanza a favor de los aliados.
La Primera Guerra Mundial fue conocida como la "guerra para acabar con todas las guerras", debida
a la enorme pérdida de vidas y a la destrucción que causó. Por desgracia, el tratado de paz que puso
fin oficialmente al conflicto - el Tratado de Versalles de 1919 - castigó duramente a Alemania,
avivando a la postre el nacionalismo germano, y sentando las bases de la Segunda Guerra Mundial.