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Llegamos un buen día a media tarde al “Gaaspercamping”. Acordaros de “Cásper”, el
fantasma. A partir de ahora, tendreis que hacer asociaciones de este tipo para quedaros con
los nombres, ya que el idioma es muuuuy diferente al nuestro.
Es un camping que está enclavado en un gran parque a las afueras de la ciudad. Y
cuando decimos grande es grande. Cuidado porque si no estais avispados y se os ocurre
pasear en bici por él, podeis llegar, sin daros cuenta, al pueblo de al lado e incluso perderos.
Está muy cerca de la estación de tren. Antes, cuando hemos dicho que Amsterdam
era ecológica, nos referíamos, por supuesto, al respeto que se tiene en su centro de no
utilizar transporte contaminante como los turismos. Si vas en coche, lo mejor es que lo
dejes en los parking que hay situados en las estaciones de tren o metro (eso sí, previo
pago) o de lo contrario, os aseguramos que os puede salir muy caro.
Es un camping que lo tiene todo pensado: si vais en caravana, os obligan a colocarla
de forma tal que la lanza esté situada mirando al camino, por si hubiera que evacuar.
Hay zonas de acampada para tienda, pero cuidado con ellas. El terreno sobre el que se
asientan no está bien hecho como para dejar que corra el agua y, claro, llueve tanto, que
puedes perfectamente, tener una bañera en tu parcela. Y si no que se lo cuenten a Víctor y
Marta…
Ah, por supuesto, decir que allí todo el mundo desde muy temprano (las 8 de la
mañana), va con sus ojillos medio-cerrados y con sus cacharros de 20 centímetros en
mano. Y no es por el sueño. Impresionante!
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