MIrad que he encontrado. He puesto a buscar "alma de nardo español"
La Vanguardia, viernes, 2 de noviembre de 1945
Una sección de la 1ª plana.
Cruza Don Juan la noche de Difuntos
Le recordarnos porque su escándalo es su fe, y le amamos por esto. Con
tanta fe corre Don Juan, que va el escándalo consigo, prendido de su capa,
perro ladrador bajo un cielo de copia por calles de romance.
Es la alta noche de España. Un fresco viento funeral rodea la cintura de las
sitas torres. Nuestro sueño ve a Don Juan, sucio de olvidos, con su enorme
corazón a cuestas, cruzando la madrugada de difuntos. Tiembla el mundo
gótico en las campanas del renacimiento. Don Juan, con tantos siglos como
su mito, con sus mil reencarnaciones, va al encuentro del Amor buscándole
a brazadas de ansia y de garbo, abriendo puertas de honor, saltando tapias de
luna y yedra. Decidme qué es ese olor. ¿Qué hondo perfume, a carne y muerte, sale de la honda tierra y va con él, nardo español, blanco y moreno caballero, cuya risa rueda por las callecitas en cuesta, despertando ventanas, sublevando sábanas,
zozobrando sienes? Decidme qué es ese olor. ¿Qué hondo perfume, a muerte y carne,
se hace ahora viento en la entraña del aire y prende talles y quiebra tallos,' y llama
a los oídos inocentes, y tuerce la ojiva de la llama del cirio, y funda la primera piedra
de un monumento de suspiros? Nadie responde. Comendadores lívidos, suspirantes
doncellas. Plaza enorme de España. Y silencio. Duermen villas y aldeas.
Descansan señoríos. Sueñan prados. Un cielo raso con morados católicos.
Gallos pican espuelas sobre el mapa de España. Y alguien vela en la gracia del
desvelo que espera. Delgado verdeafanes, el gran enamorado entra por una ventana.
La vida se hace escaso patrimonio para el placer del juego. Y le amamos por esto. El
gran enamorado sale por la misma ventana.' Amanece y torres de desaliento se
desmayan en su incompleto afán. ¡Qué fiebre de posada! Ese pregón de jactancia
que le grita en la boca, ese mote de locura que repite su nombre, ese
bizcar el amor destrozándose en amores, sembrando la sal de la desgracia, esa
verdad dudosa que se vuelve mentira, es él drama de la falsa estampa del
burlador afortunado. Y por eso le amamos. .
Si enamora, no elige. Busca. Pasa, tiembla, huye. Tiemblan, caen y el sigue.
Don Juan busca sólo el amor en los amores. Su corazón leal se hace tramposo
y pierde a quien se deja perder para ganar lo que no encuentra. Y por eso le
amamos. ' , , ,
Cuando Don Juan — el gran Enamorado — va a encontrar lo que busca,
todas las culpas que no fueron culpas, le acusan y le emplazan. Mármoles funerales
hablan. La venganza de un mundo tenebroso de fantasmas hipócritas se cierne
sobre su angustia, le acorrala, le exige la renuncia a la felicidad. Es la ira de los
mediocre ante el héroe que en pleno drama pide de rodillas a los hombres comprensión
y amparo. Y es también la cruel venganza de Eros: el momento en que la mujer,
comprendiendo toda la sabiduría del amor que Don Juan le transmite viendo por
primera vez toda la generosidad de quien se ve perdido por la inocencia no puede
salvarle en cuerpo y alma sino ante el juicio de Dios, porque Don Juan está muerto.
Ha quedado muerto en la verdad. Y por eso le amamos. , . . ,
La contrición de su pecado es la contrición del misterioso y primer pecado
original- el pecado de la imaginación. En él se asocia el primer pecado social
que los hombres y no Dios, condenan: el pecado de gallardía escandalosa. I,a
imaginación que le pierde le salva en los últimos momentos, cuando imagina a
Dios. Del pecado de gallardía escandalosa no le salvan los hombres: un Comendador
cretino, un Don Juan burlado que se llama, por ejemplo, Don Luis, un guapo de
menor fortuna que es, por ejemplo, el capitán. . Bajo el bronce funeral de campanas
el alma atormentada de Don Juan - el Enamorado — se desprende del cuerpo
hermoso del caballero. Pero en este momento en que maridos, padres y esperpentos,
respiran por su paz, todas y cada una de las mujeres piden a Dios por la salvación
del gran enamorado y loran. Y así vuelve en el mismo amanecer de difuntos, a nacer y
a vivir Don Juan. Vedle cruzar la alta noche española. El gentil-hombre se llamara de
otro modo y esto no importa. Tiene ya muchos siglos y siempre va buscando el Amor
a brazadas de ansia y garbo. Por donde va, le acompaña el escándalo. Comendadores
en zapatillas tiemblan de ira. Novios y maridos tiemblan de miedo. No importa.
El busca el Amor. Y por eso le amamos.
César GONZÁLEZ-RUANO