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calor asfixiante y en la terraza en una escalinata estamos la mar de
fresquitos. Nos encontramos un montón de españoles, pues van en un
crucero. Seguimos sin problema idiomático. Afortunadamente las telenovelas
sudamericanas subtituladas en croata hacen maravillas con nuestra lengua.
Siempre lo hablan las féminas.
Después de comer visitamos la parte izquierda, la más angosta,
escalera arriba y abajo. Miles de restaurante llenos. Hemos tenido suerte y
sólo nos ha costado 205 kunas. Llegamos hasta el cementerio y volvemos a
subir y bajar por las calles empinadísimas y cientos de escaleras. Esta parte
es menos monumental. Vamos a descansar un poquito al puertecito donde
hay puestos de artesanía. Curiosamente no hay nada enfocado al mar, solo
mantelerías y bordados tipo húngaro con unos colores estridentes. Encuentro
una chiquita que vende unas acuarelas preciosas, independientemente de su
calidad artística. Las telenovelas me salvan. Las pinta su madre y ella está
estudiando matemáticas, pero como es fiesta, pues le ayuda. Compro dos.
Continuamos caminando rodeando las murallas, la fascinación del mar
esmeralda. Pero Dubronik, monumento de la Humanidad, famoso
artísticamente en el mundo entero, no llega a mi corazón de la misma
manera que lo hizo Split.
Al pasar una callecita, emito un grito y me subo a una silla de una
cafetería llena de clientes. Había aparecido una inmensa rata que iba y venía
a sus anchas. Muchas de las sentadas me imitan. Varios jóvenes la
acorralan, pero escapa por un agujero.
Cogemos un autobús para ver el resto de la ciudad y pedimos al
conductor que nos aviste en el grup de la parte moderna. El autobús recorre
todo Dubronick y en nuestra opinión la mitad de la costa de Dalmacia cuando
para el conductor, nos mira y se excusa ¿lo olvidó! Nos lleva del brazo a otro
autobús y comienza a hablar con el conductor. Éste al final, después de otros
tropecientos mil kilómetros nos deja en el grup. Para el autobús, deja el
asiento de conductor y nos acompaña a la puerta saludándonos
amablemente.
Visitamos el puerto y cogemos folletos para distintas direcciones. Nos
adentramos en un super y compramos mojama y huevas secas a muy buen
precio. Se hace la hora de regresar al camping y nos situamos en la parada.
Al preguntarle a una chica que por supuesto habla el español de las
telenovelas, nos informa que hay que tener billete y ya han cerrado donde lo
venden. Pero no importa, ella tiene varios y nos los vende. ¡desolación! No
tenemos dinero en kunas para pagárselo. Al final a la chica le da pena y nos
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