El interior es un laberinto de estrechas calles empedradas con altos edificios del s. XVIII con
bajos repletos de tiendas, restaurantes y crêperies.
Merece la pena entrar a La Catedral de St. Vicent con unas muy bonitas vidrieras.
Por la tarde nos acercamos a Cancale. En el centro del pueblo, una bonita Iglesia, La
Chapelle du Verger. Con vistas a la Bahía de St. Michel y con marea baja se puede observar que
toda la costa es un entramado de criaderos de ostras. En este lugar pudimos observar la rapidez de la
subida de la marea.
13º Día: 9 de Agosto: Monte St. Michel
Llegó el día mágico.
Nos levantamos muy pronto. Cielo gris. Todo perfecto para ir a Saint Michel.
Según nos aproximamos, El Monte aparece a lo lejos semienvuelto en niebla y comenzando
a llover. Parece sacado de un cuento de hadas. Al acercarse ves que la Abadía va irguiéndose
orgullosa sobre los arenales que la rodean.
Llegamos hasta el aparcamiento. Carteles nos indican que hay que abandonarlo antes de las
seis y media. ¿Será posible que hasta aquí llegue el agua?
Lo primero que hacemos es subir hasta La Abadía. Empinadas cuestas por una estrecha y ya
abarrotada calle.
El interior de La Abadía
benedictina respira magia a través
de sus muros. Lo mejor la Iglesia
abacial que aún conserva cuatro
crujías de la nave románica. El
gótico también tiene su
representación tanto en la parte
superior de la Iglesia como en la
bóvedas de nervadura y capiteles
que hay en la Sala de los
Caballeros. El Claustro con dos
elegantes hileras de columnas es
un bello ejemplo del estilo anglo-
normando.
Tras más de dos horas de
recorrido, la salida nos recibe con
lluvia. La bajada por la estrecha calle repleta de souvenir es una auténtica hazaña debido a la
aglomeración.
Recorrimos tiendas y más tiendas refugiándonos de la lluvia y cargando con regalos y
recuerdos.
En la bajada se encuentra la pequeña Iglesia Parroquial de St. Pierre (s. XV) donde se venera
al Arcángel.
Sobre las cuatro nos acercamos hasta el coche para descargar peso y sacarlo desde el
parking hasta una larga hilera de coches que se estaba formando en la carretera que une el Monte a
tierra a salvo de la pleamar.
De regreso recorrido por la muralla hasta encontrar el lugar idóneo para ver la subida de la
gran marea. Las vistas son impresionantes. Realmente es una verdadera fortaleza inexpugnable.
La llegada de la marea es espectacular. La bahía con 18 km. de arenales marea adentro
comienza a llenarse de agua. A lo lejos ves que avanza como si de una ola se tratase. En cuestión de
15 minutos toda la bahía se ha cubierto de agua. Un espectáculo digno de admirar.
Al salir observas que era cierto lo de los aparcamientos. Se están cubriendo de agua y los
más rezagados se apresuran a retirar el coche.
Diez horas que se han pasado en un santiamén. Es un lugar para volver.