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del día eterno, tras disfrutar de ella durante unos breves pero intensos instantes, decido
que cerrar las ventanas es lo mejor y vuelvo a dormirme hasta las ocho de la mañana. El
sol sigue acompañándonos y el día se presenta caluroso -ya tengo ganas de pasar frío, la
verdad- Las niñas también se despiertan pronto y a las 9,30 ya estábamos los cuatro
subidos en nuestras bicis dispuestos a sumergirnos en la ciudad. Lo primero que
visitamos es el Castillo Rosenborg y sus jardines –soy apasionada de los Castillos y a
las niñas también les atraen así que aprovecho este interés que ellas muestran-. No es
muy grande y lo único interesante es la exposición de joyas que alberga en sus sótanos
pero a nosotros nos gustó la visita. Les habíamos hablado a las niñas de la Sirenita, así
que nuestra próxima parada debía ser junto a ella para hacernos la consabida foto. Como
esperábamos, tuvimos que hacer cola para sacar la deseada imagen -no porque sea
espectacular ni mucho menos sino por su carácter simbólico- y lo que realmente nos
gustó fue el perrito caliente que disfrutamos en el paseo marítimo y el camino que nos
condujo a la zona del Kastellet, una antigua fortaleza militar por la que paseamos
tranquilamente. Subimos a una colina sin las bicicletas y nos encontramos, para nuestra
sorpresa, en un gran prado verde con un molino rojo en el centro, donde disfrutamos de
la bella estampa un buen rato.
También nos gustó mucho la espléndida fuente al lado de la iglesia que se
encuentra en una de las puertas de la zona del Kastellet y donde vimos a una persona
bañándose tranquilamente en sus aguas.
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