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Primera decepción. El Castillo cierra un día a la semana y ese día es hoy… Por desgracia, repasando
ayer los datos y las informaciones que teníamos de él, no nos dimos cuenta que cerraba los martes,
por lo que nos tenemos que conformar con verlo por fuera. Lo único que podemos visitar son sus
hermosos jardines y el extenso parque que hay en la parte trasera, los cuales permanecen abiertos
hasta las 18:00h. Nos tendremos que conformar con eso, no hay otra opción.
El Castillo de Fontainebleau, que fue durante ocho siglos una de las residencias preferidas de los
reyes y de los emperadores franceses, era un castillo medieval hasta que Francisco I lo transformó en
una residencia real. Era uno de los favoritos del Emperador Napoleón, quién lo describió como “Obra
de siglos, morada de Reyes”. Aquí pasaba largas temporadas.
Lo primero que nos encontramos nada más pasar la verja de entrada es el patio de los Adioses, cuya
puerta de entrada está flanqueada a ambos lados por dos águilas doradas que hizo colocar allí
Napoleón en su propio honor. A continuación, de frente, en la fachada oeste, se abre la monumental
escalera con forma de herradura donde Napoleón pronunció sus solemnes adioses al poder antes de
partir al exilio en la isla de Elba el 20 de abril de 1814. Esta escalinata construida por Luís XIII es la
parte más emblemática de este palacio.
Una vez dentro de los jardines, lo primero que nos encontramos es el Jardín Ingles. Un río artificial,
caminos serpenteantes, árboles de diferentes especies, estatuas y un pequeño puente hacen de este
espacio diseñado en 1812, un precioso lugar para darnos la bienvenida. Desde aquí, atravesando el
estanque de las carpas, se pasa al Parterre, lugar creado por Luís XIV con 3 ha. de parterres llenos de
esculturas, estanques y macizos de flores.
Para acabar la visita, lo que vemos es el “Gran Canal”, inicio de un grandioso plan de canales que los
conectaba con los principales ríos de Francia. De hecho, este comenzaba aquí y se unía al Sena y de
allí al resto de los ríos.