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A la izquierda de la playa se encuentra el acantilado y la puerta d’Amont, desde el que se puede ver
una curiosa capilla y el monumento a Nungesser y Coli, los primeros aviadores que intentaron cruzar el
Atlántico en avión. Desde este lugar, fueron vistos por última vez. No sabemos si está permitida la
subida en autocaravana por su estrecha carretera ya que no divisamos ninguna desde aquí, pero sí lo
está para los coches porque en lo alto podemos ver un pequeño parking con unos cuantos vehículos
aparcados.
A la derecha, en la parte opuesta de su original playa, se encuentra la puerta d’Aval. Un inmenso arco
flotante con forma de trompa de elefante. Imaginamos que desde ahí arriba podrán observarse las
mejores vistas del pueblo y de la costa. Ante la duda, y como para eso hemos venido, nos armamos de
valor y de fuerzas y decidimos subir.
El sinuoso trayecto que comienza en el paseo marítimo, se hace por una escalera de casi 200
escalones esculpidos sobre la roca. Después de casi 20’ de agotadora escalada (uno no está para
subir esto todos los días) estamos en la parte más alta del acantilado. Las vistas desde aquí son
espectaculares. Ha merecido la pena el esfuerzo sobrehumano que hemos hecho (…)
L'Aiguille y la puerta d'Aval
Recuperamos fuerzas sentados en una roca durante unos minutos. Por momentos da la sensación de
poder oír el latido del corazón. El silencio es sólo roto por el incesante romper de las olas contra los
acantilados y por el graznido de las gaviotas. La agradable sensación de paz y relax que sentimos en
este instante es absolutamente maravillosa. El sol quiere asomarse entre las nubes, es como si
también quisiera ser partícipe del momento. El tono anaranjado del cielo es ideal para hacer fotografías
-otra de nuestras pasiones- y para ver con otro tono los blancos y deslumbrantes acantilados. En
pocos minutos, somos testigos de una preciosa puesta de sol.
