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Nosotros no lo pudimos oír, pero cada día, al caer la tarde, una salva en memoria de los caídos
resuena en el aire. Imaginamos el momento y un escalofrío recorre nuestro cuerpo.
Son las 12:05h. Sobrecogidos por la especial belleza del lugar, abandonamos el mismo para dirigirnos
al siguiente destino: Honfleur.
Honfleur
Después de dos horas y media de viaje, y 115 Km de buenas carreteras, llegamos al pueblo portuario
de Honfleur. Encontrar el parking para autocaravanas no es complicado ya que lo teníamos indicado
en el GPS y además nos lo habían descrito perfectamente los españoles con los que coincidimos en el
Mont St-Michel. Una treintena de autocaravanas pueblan la aceptable área en la cual está permitida la
pernocta. Si sólo se va a estar por el día, el precio es de 4€ independientemente de las horas que se
esté, y si se va a pasar la noche, son 7€ lo que se ha de pagar. Está vigilado (no sabemos si por la
noche también) y se encuentra muy cerca de la villa. Tiene toma de luz, y carga y descarga de aguas.
Iniciamos la visita entrando a la moderna Oficina de Turismo. Allí nos dan planos, guías e información
suficiente para patearnos la ciudad sin perder el tiempo.
Tal y como nos recomiendan, iniciamos la visita en el
“Vieux Bassin”,
espectacular puerto con la casa
de aduanas en la entrada. Los veleros y barcos amarrados, los restaurantes con sus terrazas repletas
de turistas, o la gran cantidad de galerías de arte que se agolpan a ambos lados de la dársena, forman
un perfecto marco rodeado por las singulares casas de los pescadores, tan diferentes las de una orilla
a las de la otra. La imagen pintoresca que contemplamos es la misma que plasman en sus lienzos la
gran cantidad de artistas que hay pintando cuadros alrededor del curioso puerto.