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Antes de abandonar el lugar, aun tenemos tiempo para ver la solitaria Aiguille, un obelisco de 70m de
altura que se alza poderosa en el mar; el impresionante Manneporte, un arco natural de 90m y como
no, la puerta d’Aval, el acantilado que veíamos desde la playa y que ahora podemos contemplar
formando un magnífico conjunto escultórico con l’Aiguille.
La temperatura está bajando por momentos y decidimos emprender el camino de vuelta. Según vamos
bajando, Etretat nos muestra una visión distinta de sus encantos. Los tejados de pizarra de sus casas,
la playa encorsetada por las puertas d’Aval y d’Amont y las gigantescas paredes de sus acantilados
hacen del lugar un decorado de cuento de hadas. Dominando el mar y la bahía, vemos a nuestra
derecha un excepcional campo de golf. Construido en una situación privilegiada imaginamos a sus
jugadores disfrutar de puntos de vista inéditos de los acantilados de Etretat.
En una de las múltiples terrazas del estrecho paseo marítimo decidimos reponer líquidos. Es un
chiringuito como los que nos podemos encontrar en cualquier playa de pueblo costero, es decir, no es
el Maxim’s. Por dos cervezas de barril y un mini-vaso de Coca-Cola llenado de una botella de 2L
pagamos 9€, suponemos que se pagará el lugar… (Sin comentarios).
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A las 21:30h estamos entrando en el Camping Municipal de Etretat. Ya es de noche y necesitamos
descansar. Tras poner a cargar las baterías de las cámaras, poner en orden las anotaciones del viaje y
hacer una pequeña y rápida cena, decidimos irnos a la cama. Ha sido un día intenso. Mañana toca NO
madrugar.