nada por el estilo ya que la niebla lo cubría absolutamente todo y casi ni podemos ver
para poder aparcar en condiciones ¡qué desilusión!. Al final, sin ver un carajo y por pura
intuición estacionamos en un rincón entre la espesura. Todo está lleno de autos pero
sólo vemos a una pareja catalana que se acerca a saludarnos amablemente y a
comunicarnos que llevan todo el día entre tinieblas, con lo cual nuestra esperanza de
que mejorara significaría algo así como un milagro. Contrariamente a lo que habíamos
hablado por el camino, Antonio está muy emocionado por encontrarse aquí y
rápidamente nos preparamos para reconocer el terreno. Entramos en el edificio y vemos
la película -no os la perdáis, muy, muy bonita-, “El Bar de la Gruta”, la tienda donde
compramos el Certificado por haber llegado, el monumento de Los Niños, La Bola, etc.
En fin, lo que hacemos todos los visitantes del lugar sin faltar, por supuesto, los
“obligados” castillos de piedra que se encuentran esparcidos a cientos por la llanura.
Antonio, siempre optimista, me dice que ve cómo la niebla está remitiendo ¡anda ya! -le
digo-, pero cuál es mi sorpresa -y os prometo que no miento, amigos- cuando
rápidamente nuestra vista alcanza a tener una visión general de donde estamos y en
menos de una hora vemos con absoluta claridad todo lo que nos rodea ¡EL MILAGRO!
Una vez más me siento tan afortunada ...
Hacemos tortilla de patatas y después de cenar tranquilamente, colocamos la
manta que habíamos comprado en el suelo, junto a la barandilla y allí pasamos las
próximas cuatro horas, mirando al Cielo, descubriendo las mil formas del sol, sus
infinitos colores, las nubes ... Se unen a nosotros, además de la pareja catalana, una
familia también catalana que había llegado al mismo tiempo, pero no habíamos
encontrado hasta ahora “la familia del puro” como la bautizamos nosotros. Con ellos
compartimos estas cuatro horas, hablando y, simplemente, sintiéndonos agradecidos.
Coloqué el trípode y tengo muchísimas fotos de cómo el Sol fue bajando hasta que
volvió a subir sin haberse escondido en ningún momento pero sin duda las mejores
imágenes están grabadas en nuestras retinas. ¿Cómo pudimos dudar si venir o no?, nos
preguntamos Antonio y yo ¡Qué suerte; una vez más, viva la improvisación!
Ahora son las 3 de la madrugada del miércoles, 21 de junio. He visto el Sol de
Medianoche completo y estoy emocionada y satisfecha, tanto que no puedo dormir.
Agradecida por el espléndido espectáculo que hemos vivido junto a las dos únicas
familias españolas que estaban aquí, me quedo dormida.