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mientras los catalanes se preparan concienzudamente para hacer el camino hasta la
lengua de hielo, nosotros hacemos tiempo con las niñas porque sabemos que sólo nos
quedaremos con una buena vista de él ya que el trayecto es de 7 kms. y medio: excesivo
para las niñas. Ellos se adelantan y nos despedimos con las rutas de cada uno en mente
por si volvemos a encontrarnos. El camino es pedregoso y está lleno de fango. A tramos
resulta fácil pero éstos son escasos, así que cuando llevamos una hora andando paramos
en la orilla del fiordo desde donde tenemos una magnífica vista del glaciar. Las niñas se
entretienen un rato tirando piedras al agua y yo hago lo mío, fotografiar cada detalle.
Con el objetivo de la cámara puedo ver claramente el color azul del hielo. Las niñas no
se quejan y hacen el camino divertidas porque les hemos nombrado “Guía”, a la mayor,
y “Ayudadora” a la pequeña -ella nos coge de la mano para saltar los tramos en los que
cruzamos el río-. Justo cuando llegamos a la auto empieza a lloviznar y nos acordamos
de nuestros amigos que ya deben estar muy lejos. Nos ponemos en camino y pasamos
por Sorstraumen donde hacemos uso del área para autocaravanas que allí se encuentra;
no tiene pérdida, está justo a la entrada y las autos y caravanas se ven de lejos. Está
junto al mar y mientras Antonio hace sus labores yo inmortalizo el hermoso lugar.
El camino que hacemos durante todo el día es una sorpresa tras otra. Nos
adentramos en montañas donde el deshielo ha creado innumerables ríos que la surcan y
recorren creando hilos de diferentes grosores. Todavía hay bastante nieve y el sol
brillando sobre ella la hace aún más hermosa -de nuevo pienso en lo afortunada que soy
por estar aquí-. Un reno se cruza en la carretera y agradecemos a la Providencia que
saliera corriendo porque lo que es a nosotros casi no nos da tiempo de parar. Tras el
susto, seguimos nuestro camino y yo sigo entretenida con “el mejor libro de postales de
mi vida”; la montaña tiene un color oscuro, casi parece negro, lo que la hace destacar
más entre el cielo y el mar. La nieve, sobre ella, la decora magistralmente y bajo la
mole, el bosque verde y frondoso rivaliza para extenderse y llegar a su cima.
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